lunes, 13 de junio de 2011

PILAR, Me Gusta




Pilar siempre disfruta de una buena historia. Sin embargo, no tengo ninguna. Ahora, cada vez que sueño o intento recordar, menos real es. Mientras baila frente a mi en el after hours la miro como antes solía. No era demasiado bueno como ángel de la guarda. No hacía gran cosa, salvo observarla. De vez en cuando le recordaba con susurros que agitaban su flequillo y le acariciaban la nuca nimiedades como dónde estaban unas llaves olvidadas, o algún documento extraviado, pero tampoco ha sido nunca tan despistada como en ocasiones cree.
Y un día, cuando realmente necesitó mi ayuda, le fallé. No lo evité, no supe verlo a tiempo ni advertirle, cuando incluso un buen amante o un amigo atento se hubiera percatado.
¿Recordáis cuando en Superman Cristopher Reeve vuela a toda mecha contra el sentido de rotación terrestre para que el tiempo retroceda y así poder salvar a Lois cuando no ha podido hacerlo antes? Bueno, parece una tontería, ...no se me ocurrió otra cosa. El caso es que el tiempo realmente retrocede si haces algo así, pero cuando el reloj vuelve a ponerse en marcha, no todo es tan sencillo. Lo cambié todo. Todo lo que existe. Valió la pena, sé que el mundo anterior a este era algo distinto, pero tampoco lo recuerdo casi. Ahora no hay custodios, pero sí demasiados acosadores solitarios en Internet, no sé si hay relación. Parpadeo y el mundo me deja atrás. No la había visto desde el cambio, creo que no la recordaba, pero cuando me la presentaron aquella tarde, tuve esa sensación de conocerla de antes, de siempre. Y empecé a recordar todas aquellas pequeñas cosas tan extrañamente importantes que antes formaban parte diaria de mi vida como su constante voyeur invisible asignado.
Había empezado a descubrir qué era eso de tener una vida propia, hasta entonces pensaba que siempre la había tenido, pero su presencia me atraía con la facilidad de un viejo mal habito recuperado. Sabía sin embargo que no iba a volver a ser nada parecido a un habitante incierto en su vida, ahora degeneraría más bien en intruso incómodo y cansino.
Pilar se conecta regular pero fugazmente a facebook. Apenas comenta, pero le gusta pinchar en Me Gusta en los enlaces de sus amigos. Su muro muestra que la música sigue marcando sus ritmos vitales. Durante un tiempo, después del cambio, me vi en la necesidad de reducirme a la mínima expresión, creí que se trataba de dar un paso atrás para tomar impulso, lo que incluía simplificar mis emociones en lo posible, para lo que prescindí de un contacto musical prolongado, de una exposición a melodías pegadizas que pudieran removerme por dentro. Pero la música ha vuelto.
Y ahora que la tengo de nuevo delante, no estoy listo para que suceda lo que era imposible cuando acompañaba sus pasos. Me mira. Me habla. He visto sus ojos hermosos y sinceros desde todos los ángulos, todos menos éste, clavados en los míos aunque sea por unos momentos. Me he mecido en el sonido de su voz paciente, y angustiado cuando esta se rompía, pero hasta hoy no podía esperar que se dirigiera a mí, ni siquiera para alguna trivialidad. Y cuando me comenta algo y voy a responderle con aparente normalidad, un viejo reflejo se dispara y balbuceo la antigua y olvidada letanía de los cursis entes rancios a los que pertenecí:"-...soy...tu.. sombra en la noche.....no soy...nada", noto como se vuelve incluso menos real al pronunciar las ridículas palabras. Afortunadamente, apenas me oye bajo el volumen ensordecedor del lugar, antes de mirarme de nuevo un instante con ligera extrañeza y volver a su baile solitario, tan próximo. Pero está bien, Pilar va a seguir estando bien. Y eso Me Gusta.

sábado, 4 de junio de 2011

MAYO 2011

Sentado en el suelo del bulevar pensaba cómo había llegado hasta allí. La acampada de los indignados duraba ya algunas semanas y hasta ahora había compensado mi indiferencia con algún favor ocasional a algún amiguete o conocido que se había tomado aquella iniciativa ciudadana en serio desde el principio. Por mi parte, me daba igual, pensaba que algún día recordaría los años de la crisis mundial y la recesión como los más felices de mi vida. A mis treinta y pocos, me identificaba más con un crío africano de esos que sonríen tanto en televisión aunque vivan en la miseria de una guerra perpetua o como un adolescente despreocupado de la postguerra española de las historietas populares de padres y abuelos.
Sin embargo, cuando parecía que la concentración comenzaba su rápida decadencia tras las elecciones de mayo, yo llevaba durmiendo allí dos noches junto a ella. Conocí a Pristina hará unos cinco años, cuando ella apenas superaba la adolescencia y había dejado los estudios para trabajar en una pequeña cafetería de polígono industrial. Encandilaba a los curtidos clientes con su juventud, y quizás porque llegamos a ese extrarradio al mismo tiempo (yo empecé a trabajar en uno de aquellos negocios) o porque nuestra diferencia de edad no era tan exagerada como la que tenía con el resto de la parroquia habitual, conectamos enseguida.
Durante meses fui otro de los habituales en el bar para mis desayunos, copas y en ocasiones almuerzos y cenas. Charlábamos y charlábamos, mientras me encandilaba con su habilidad para liar el tabaco mientras le salía coca cola de la nariz por una carcajada inesperada mientras bebía. Salimos alguna vez, me presentó a sus amigos, traté especialmente con una amiga suya que cantaba cuando podía en grupos y orquestas y terminaría triunfando pocos años después en un show televisivo para artistas noveles, pero eso es otra historia. El caso es que Pristina me gustaba mucho. Tenía su número en mi agenda guardado como Pristina la Hippie incluso hasta cuando ya supe su apellido. Siempre ha sido un poco perroflauta. La recuerdo tomando el sol en la terracita del bar aprendiendo a volear sus cariocas. Unos meses después, con buen criterio, dejó el trabajo y volvió a estudiar. Salvo al principio, perdimos el contacto casi totalmente, y al cabo de algunos años sólo hablábamos muy esporádicamente por el chat de la red social y poco más.
Hasta la pasada feria del libro de este mes. Yo cambié de empleo un par de veces desde que perdimos el contacto y ahora estaba esporádicamente vendiendo libros en un stand del bulevar, unos días antes de que estallara el comienzo de la insurrección pacífica de mayo. Y abriendo mi chiringuito un día mas del ya último fin de semana de la feria, me doy la vuelta y la veo allí, como una aparición. Llevaba un estandarte que le sacaba dos cabezas y lo usaba como bastón de apoyo con su mano derecha. Iba vestida de noble patricia de la era romana, de blanco. Sus rizos morenos descansaban sobre su cuello y hombros casi desnudos mientras la vaporosa túnica realzaba sus esbeltas proporciones y su prominente pecho, generoso, asomaba abultado por un escote sujeto por cordeles. Su piel de tono oscuro contrastaba con la claridad de su atuendo, y sin embargo el conjunto le quedaba francamente bien. Lo vestía con naturalidad. La sorpresa de verla así y el sol que se filtraba desde su espalda y bajo sus faldas le conferían un aspecto como de hada aparecida, demasiado carnal para resultar fantasmal. Tenía en la otra mano un pergamino que parecía tenderme cuando se quedó quieta y su habitual sonrisa pícara se formó en los labios carnosos y atractivos. Por sus ojos almendrados me dí cuenta de que me había reconocido.
Estaba trabajando como chica-anuncio, promocionando allí mismo durante un par de días una nueva novela histórica sobre la colonia romana de Hispania, y repartiendo cuidados folletos con forma de pergamino que llevaba enganchados al estandarte-cartel en una cestita.
Pasamos aquellos dos días poniéndonos al día, desayunando y almorzando juntos, pasando el rato en la feria del libro. Había terminado con sus estudios recientemente y trabajaba en lo que podía. Seguía tan hippie como siempre. Sonreí cuando la vi sacar de nuevo su bolsita de tabaco para liar apoyada en la puerta de mi stand ataviada aún de romana. Algún nuevo tatuaje en su espalda destacaba en su túnica abierta, y cuando terminaba la jornada se colocaba un pequeño piercing en la nariz que no le recordaba.
Me contó que su amiga la ahora folclórica precoz de éxito había dejado un hueco en algunos grupos de aficionados cuando se marchó a hacer giras con la tele y a ella le picó el gusanillo, así que cantaba con ellos siempre que podía (rollo fusión flamenca-reggae, no podía ser de otra manera) y hasta habían grabado un disquito que me regaló orgullosa. Era un pequeño libreto autoeditado con poemitas, dibujos y el cd en cuestión, muy mono. Y no tenía novio. El caso es que el último día de trabajo para ambos se marchaba brevemente unos días con su grupo a algunos pueblos a hacer unos bolos. Tal vez nos viéramos después, aunque sospeché que no sería así.
El caso es que cuando, semanas más tarde, la acampada de los manifestantes, en aquel mismo bulevar donde celebráramos nuestro reencuentro, llevaba ya tiempo asentada y parecía tocar pronto a su fin, pasé por allí deteniéndome únicamente a saludar a algún conocido cuando la vi en mitad de la plaza, ensayando con sus cariocas de nuevo como hiciera años antes (igual de torpemente) junto a la fuente.
Y allí me quedé. Sí, por una chica, otra vez, a mi edad. Me dejé convencer por ella con asumida falsa facilidad, sin creer en casi nada de lo que me contaba que era tan importante, pero lo hice por ella. Cuando compartíamos saco de dormir la primera noche pensé que eso ya era suficiente buena razón para quedarme allí un ratito, y mientras ella dormía sobre el suelo de losas como si fuera un colchón de plumas, me justificaba imaginando que estaba allí haciendo el tonto por alguna buena razón. Tal vez para protegerla, ya que las amenazas de un desalojo violento eran cada vez mayores tras la ascensión al poder local de una mayoría conservadora que había perdido repentinamente los escrúpulos que mostró durante la campaña electoral para con los manifestantes descontentos. En mi profundidad ideológica, lo más relevante para mi de aquellas elecciones municipales era lo gracioso del caprichoso parecido del nuevo alcalde electo con Norman Osborn,...el malo de Spiderman,...el Duende Verde, ese. El de los cómics, sí.
O tal vez también quería creer que me quedaba con ella porque no me comprometía con sus ideas ingenuas pero creía en ella, en su valentía, en su idealismo, en su bondad, que me hubiera gustado compartir. El caso es que seguramente sólo estaba allí porque tenía miedo de que se enamorase de algún hippie idealista que tendría con Pristina mucho más en común de lo que yo tendré nunca.
La mañana después de nuestra segunda noche juntos en la acampada, se produjo el tan temido desalojo. Al principio, todo estaba tranquilo, yo estaba sentado en el suelo tomando un café en un vaso de plástico pensando en ducharme, o mejor, en ducharnos juntos, mirando a Pris subida a una mesa vestida con la indumentaria ideal para la danza del vientre que ejecutaba al son de las palmas de algunos concentrados entretenidos con sus contoneos matinales. Otro talento seductor más. El caso es que sin previo aviso, ocurrió lo que resultaba extrañísimo y del todo inesperado, puede que esa fuera la intención debido a nuestro ya reducido número: una sola furgoneta de antidisturbios irrumpió sin activar la sirena entre los sacos de dormir apilados del bulevar, de los que un perrillo salió disparado ladrando aterrado unos los policías bajaron del vehículo gritando, comenzando a repartir empujones y cachiporrazos sin dar oportunidad de hacerse entender y disolvernos obedientemente y en orden (yo al menos les habría entregado mi rendición incondicional por escrito).
Todo sucede muy rápido, y apenas me he levantado del suelo cuando veo a dos nacionales llegar hasta la mesa donde Pristina continuaba de pie, aunque ahora inmóvil, sorprendida por el espectáculo, y alzar amenazadores las porras reglamentarias. No lo pienso en absoluto (mejor no pensar en lo que aquello podía escocer y doler) cuando me pongo entre los agentes y ella, llevándome dos sonoros (sobretodo en mis costillas) golpetazos que me dejan sin aliento. Cuando uno de los policías va a propinar una patada a la mesa para tirar a Pris al suelo, con el considerable daño que puede eso provocarle, la veo volar -saltó antes- por encima de mi cabeza y propinar un violentísimo rodillazo a uno de ellos en la su visera protectora, tumbándolo. Cuando llega con precisión al suelo, Pris se girá como Catwoman y le mete un doloroso codazo en la nuez al otro poli que ya levantaba de nuevo su garrote en mi dirección. Yo la miro boquiabierto, sin tomar aire aun, y la veo ejecutar tan gráciles y fantásticos movimientos como en cámara lenta, casi con música de fondo (más bien pitido de oídos) y todo. Su pecho sensual se bambolea con elegancia al tiempo que su pelo describe arcos que subrayan la repentina determinación de su mirada. Está más impresionante que Lara Croft en la más inverosímil de sus volteretas. Y yo vi en persona a Lara Croft, ojo. No, no a Angelina Jolie, sino a una más auténtica, o todo lo real que puede ser. Hace unos quince años en la feria de la informática de Madrid fui espectador de la surreal actuación musical de la hermosa Rhona Mitra, cuando era una de las primeras modelos promocionales de los videojuegos de entonces de Tomb Raider. Intentaba también una incipiente carrera musical apoyándose en tal personaje (sí, le compré el disco, melodías electropop inspiradas en los niveles del juego) antes de consolidarse años más tarde como actriz de culto en films de serie B. Pero me desvío del tema, os hablaba de la sorprendente Pristina y su giro a la violencia desatada de superheroína.
Tras tumbar a los dos antidisturbios y ante la desbandada general, me agarró de la mano y me arrastré como pude tras ella hasta refugiarnos en un bar cercano algunas calles más abajo. Estaba claro que mi sueño revolucionario a su lado había terminado. Cuando recuperé el resuello y la contemplé tan tranquila y sonriente como siempre, liándose uno de sus cigarrillos y vestida con sus ropas de danzarina del vientre, le espeto cómo diablos ha sido capaz de aquella hazaña (y de rescatarme dejando en tal mal lugar mi virilidad, pienso) y me contesta como distraida :"-ah,¿No te había contado ya que doy clases de Muay Tai y Full Contact?, creía que sí, ..¡¡ Se me dan muy bien !! aunque el contact es muy como de los 90 ya..."
Vaya si se le daba bien, caray. Si me lo había dicho no debía prestarle mucha atención, debía estar distraído con su escote o algo así.
Añadió: "-Mañana tengo clase en el gimnasio, ya estarás menos dolorido de los golpes ¿Te vienes conmigo y te apuntas?"
"-Eh, ay, esto, Claro, ¿Por que no?" respondí con cara de bobo asfixiado...y ya, había vuelto a hacerlo, otra vez, de nuevo, a mi edad...


miércoles, 1 de junio de 2011

LO QUE OCURRE EN FERIA, SE QUEDA EN LA FERIA!

PEDETE LÚCIDO:



Aun presa de la fermentación de la cebada describo balbuceante cómo esta noche fui partícipe y testigo de esa maravilla extraña y femenina que aun se me escapa pero que me besó lo justo para sentir una canción que susurrante me tararea al oído que en el fondo aun queda algo, algo digno de salvar, algo ajeno a aquel beso, pero que un mismo beso pudo desatar. Su comportamiento es hermoso, libre, poderoso y por ello vulnerable, La voluntad viril siempre se basará en dominar inútilmente de alguna manera su libre albedrío, ardiente como una llama efímera pero tremendamente luminosa. Cuando prende su canción, me habla de amor sincero y ajeno, durante este momento en el tiempo me siento incapaz de ir más allá de este beso, incluso cuando la noche me lo ofrece. Pero es que ahora sé que en el fondo aun queda algo, y no consigo ser quien me gustaría aun cuando sé quien no soy, al menos por un instante de confusa lucidez.
Esta noche excesiva que me sorprende y abruma me comporto como un trasnochado caballero, ahuyentador momentáneo tal vez, convencido de que en aquellos brazos hoy ausentes encuentres las sonrisas que me justifiquen. en cuanto a mi, en mi soledad escucho una melodía que dice que en el fondo aun queda algo.
Mis disculpas, creo que sigo borracho.









TEMIBLE MIRANDA, DULCE VICTORIA

TEMIBLE MIRANDA, DULCE VICTORIA

Miranda y Victoria sueñan en paralelo
Miranda con un traje rojo de noche
Victoria trabaja en un banco

Miranda suelta su larga melena morena
Victoria lleva el pelo corto

Miranda baila en una discoteca y hace muecas cuando posa para las fotos de sus amigos
Miranda es un destello nocturno de cinco minutos hace un millón de años
cuando a veces pensé en las palabras encadenadas que no dije nunca
Es la amiga de una amiga de una amiga...
Victoria me pareció otra, la Miranda de un universo alterno
Victoria tiene novio, el amigo de un amigo de un amigo...

Miranda es valiente. Victoria es Miranda.
Miranda eclosionó de un crisálida para ser Victoria.
Como María Tifoidea, son una excepto cuando se miran en el espejo.
Miranda es hoy Victoria. Victoria Miranda.


miércoles, 18 de mayo de 2011

UN MOMENTO EN EL TIEMPO

Llevaba varios días en una mesita al pie de mi cama, pero es precisamente hoy cuando cojo el cómic UN MOMENTO EN EL TIEMPO del Asombroso Spiderman y lo leo a primera hora de la tarde.
Me sumerjo de una sentada en sus 160 páginas, que aventuraban una nueva vuelta de tuerca sobre la sufrida continuidad del trepamuros desde los tres años que ya hace que se publicó el controvertido UN DIA MAS.
En cambio, lo que me atrapa es que todo el cómic se trata de una conversación. Mary Jane Watson y Peter Parker se reencuentran y hablan. Necesitan hacerlo. En esa viñeta siento una envidia desmedida (y es muy triste envidiar a un desgraciado profesional como Parker) y una identificación instantánea con los personajes (con ambos) y sus situaciones, donde el escritor (y dibujante, además de director editorial de la Marvel y controlador supremo del destino de Spiderman) Joe Quesada clava unos diálogos realistas y creíbles sobre las inseguridades, rencores, cercanías, afectos, obstáculos y desencuentros individuales y mutuos de una pareja de antiguos enamorados, pero también posteriormente antiguos amigos distanciados, cercanos por imperfectos.
Es una muestra de la afortunada evolución del cómic con aspiraciones románticas que fue el producido por Marvel hace muchos años, actualizado por escritores actuales a criterios realistas con influencias seguramente del antaño más adulto cómic indie americano y el propio signo de la realidad de hoy, donde los personajes y sus circunstancias son más ricos y polifacéticos, sus decisiones más humanas y discutibles, y sus errores evidentes.
En la entrada TODOS LOS COMICS HABLAN DE MI copiaba extractos (con torpeza y cierta ironía masoquista) de algunos cómics recientes de superhéroes con diálogos hasta hace unos años ciertamente atípicos pero dotados hoy día de entidad propia de una teleserie teatral adulta y compleja, no necesariamente siempre de carácter romántico o melodramático, sino abiertos a múltiples temáticas acordes a la historia.
UN MOMENTO EN EL TIEMPO relata con tal honestidad y valentía las dos vidas en un instante de una pareja de personas, de manera que casi cualquiera creo que podrá identificarse al menos en algún pasaje con ellos y verse reflejado hasta conmoverle. A mí me ocurre, y es muy deprimente y ridículo que un tebeo de Spiderman te dé ganas de llorar. Para colmo, Quesada explica en un artículo de complemento lo dificultoso y difícil del proceso creativo, especialmente de UN DIA MAS, que le costó un montón de errores personales y profesionales y perder un buen amigo. Vale ya de paralelismos.

LA NOCHE QUE NUNCA OCURRIÓ

La otra noche fue como uno de esos platós de comedia antigua donde estrellas invitadas y cómicos ocasionales entraban y salían inesperadamente de escena, provocando una expectación de contínua imprevisibilidad, como la vida abriendo, cerrando y bifurcando posibilidades con celeridad y sin tenerme en cuenta, como si fuera un mero espectador de mis propias supuestas decisiones.
No iba a poder acudir a un concierto pero de improviso a última hora unas entradas caen en mis manos. No iba a ir solo, pero después Sí, luego otra vez no y así un par de ¿docenas? de veces, cagándola gravemente un par de ellas en el proceso.
Cada posibilidad abría un marco probable distinto. Luego está la sincronía (Eduardo Punset y un posible multiverso cordobés pueden salir a relucir en cualquier momento), que hace que justo en un momento determinado me encuentre a una conocida que ,también de carambola, me invitó a tomar café el día anterior (volveré a encontrármela dos días más tarde en un contexto del todo distinto, y es alguien con quien me tropiezo muy poco, ...la bola ocho sigue rodando sobre el tapete). Avisa a una amiga, que me presentó la tarde previa, y por el tono de la conversación telefónica, creo que teme que le estén preparando una especie de encerrona conmigo o algo así (ni se me había ocurrido avisarla), pero me me cae simpática y me hace gracia. Le dá mi teléfono. Una se marchará, la otra tal vez acuda. Más puertas corredizas y giratorias.
También están allí una pareja de conocidos con los que paso la mayor parte del concierto. Él espera que los Lapido terminen pronto, no ha venido por ellos, pero se comen un buen trozo del pastel del concierto.
Keiko baila raro mientras los Sexy Sadie apuran sus guitarras con tono épico, es simpática y graciosa siguiendo el ritmo. Fuel Fandango irrumpen horas más tarde en el escenario, del que estamos cerca. La Cristi desprende un magnetismo carismático especial potenciado por su puesta en escena, el buen sonido de la banda y sobretodo por su voz.
Hasta el día anterior no sabía que ellos tocaban también esa noche. Hasta hace unas semanas no sabía que existían, los ví de madrugada en Los Conciertos de Radio 3 y ya entonces me engancharon cuando pensaba en irme a la cama. También pensé viéndolos en la tele que me resultaban extrañamente familiares y que me gustaría verlos en directo. Dicho y hecho. Esta noche extraña tampoco creo que el Sol exista.
La Cristi (la cantante) me sonaba mucho cuando Marina me confirma que es de la ciudad y que han hablado alguna vez . Creo que quizás sea para mí una de esas caras habituales de cuando la noche cordobesa me resultaba más habitual. Quizás me lo imagine, no la conozco, pero puede ser cosa del multiverso, aún así los días siguientes llegarán y alguna de esas posibles noches debió de ocurrir porque su continuidad y mi torpeza aún generan consecuencias. Tampoco lo entiendo del todo, el relativismo este..



viernes, 29 de abril de 2011

EL SÍNDROME DE CHINA

Por ahora todo va bien.

En algún momento se creía que si el núcleo de una central nuclear norteamericana quedaba al descubierto haría un agujero en el planeta que llegaría hasta China. Lo llamaban El Síndrome de China.

Por ahora todo va bien.

Un tipo cae desde la azotea. Cada vez que ve pasar ante sí una ventana del edificio mientras el pavimento de abajo está cada vez más cerca se repite "Por ahora todo va bien".

Cuando Matt Murdock apaliza al gángster Wilson Fisk delante de sus hombres y se corona como nuevo Kingpin de la Cocina del Infierno, él ve una victoria en ello. Su amigo en la distancia el periodista Ben Urich ve en cambio que Daredevil es presa de una crisis nerviosa.

Se casará con Milla, que terminará enloqueciendo. Pasará por la cárcel, y finalmente (de momento) se coronará también como jefe de la milenaria secta ninja japonesa La Mano. Luego comenzará una guerra contra sí mismo y contra todos en una historia aún por ver llamada Tierra de Sombras. Matt Murdock dejará de existir, sólo quedará el Diablo Guardian. Probablemente Ben Urich tenía razón.

En su película, el católico Daredevil se repetía a sí mismo "No soy malo" tras partir por la mitad a un violador en las vías de un tren y aterrorizar a un crío. Al menos el sádico cabrón de Bullseye se divierte con lo que hace.

Por ahora todo va bien.

Leo en la prensa que las agresiones al personal médico de los hospitales ha aumentado un 66 %.

Siento mi núcleo entrando en fisión. Inyecto más agua en los pozos.

Según el ritual exorcista, la posesión demoníaca se da tanto en personas como en lugares. En los 70, en una peli de Kirk Douglas una central nuclear era poseída por el demonio.

A veces creo que si me abro el pecho podría hundir el mundo en la oscuridad que de él manara.

Snake Plisskin tiene al final el mando en sus manos. Con él puede activar una red de satélites que mandaran un pulso electromagnético continuo y permanente a todo el planeta, anulará toda tecnología eléctrica para siempre. Por la radio de comunicaciones todos le gritan, le ruegan, le ordenan e imploran que no apriete el botón. Si lo hace devolverá toda la humanidad a la Edad Media. Él murmura algo y lo aprieta sin dudar. Fundido a negro.

Una última esperanza. Jean Paul Belmondo ha eliminado a todos los malos. No, a todos no, queda uno, que le apunta con un fusil de francotirador desde muy lejos mientras él se dirige caminando al helicóptero que le sacará de ahí. La chica se acerca a Belmondo y le dice algo así como "Llévame contigo". Él la mira y dice "Apártate, estás en la línea de fuego". Sigue caminando. El francotirador pide instrucciones a sus superiores por radio, confirmación para eliminar a Belmondo o dejarlo marchar. Dudan, no, "elimínalo". Belmondo recibe una andanada de disparos por la espalda.
Suena el tema musical de Ennio Morricone.

Pero por ahora, todo va bien

jueves, 21 de abril de 2011

LA GIOCONDA EN MONTMATRE




Foto de Bocangel, Abril de 2011 en Paris.