Mi segunda colisión con el mundo de Hollywood tuvo lugar mucho más tarde. Hace apenas año y medio, cuando recibí un email extraño. Estaba escrito en inglés y supuse que se trataba de uno de esos correos de "Puedes reclamar la herencia de mi tío muerto de Glasgow si me das tus datos y te quedas con un pico" o chorradas semejantes, pero me llamó la atención el nombre del remitente: Shadow Dancer, así que lo leí. Avisaba de un asesinato que tendría lugar en apenas cinco días en un sitio muy concreto de Los Angeles, California. En una calle específica varios individuos matarían a tiros a una hora determinada a Sarah Silverman, una no tan conocida actriz de cine de serie B (la pentalogía de terror STAB, por ejemplo) y televisión (de las series WHISPERS y MASTERS OF ARKHAM, que molan bastante). El email detallaba todo el plan al detalle.
Cuando después de largas dudas me decidí a denunciarlo, por si las moscas, me enredé en una espiral de tedio, burocracia y pasotismo por parte de la policía y la Guardia Civil, con el inconveniente de que mi determinación, en principio débil, se iba afianzando en su empeño de llegar hasta el final, quizás más por curiosidad que por otra cosa. Pensé incluso en avisar a la embajada americana, pero no hubo manera de que me hicieran caso, ni enviándoles copia del email.
Los días pasaban y casi había llegado la fecha señalada. En todo ese tiempo ya casi no había pensado en nada más, la curiosidad inicial había sido reemplazada por la obsesión preocupada, y cuando me decidí sin apenas tiempo a tomar acción directa no recapacité.
Llegaría el mismo día que el correo marcaba para el crimen a Los Ángeles, pero quizás con tiempo suficiente, calculé. Tengo aún pasaporte desde mi temprano viaje familiar a Londres. No me explayaré con los detalles de los que menos orgulloso me siento, pero os resumiré que dejé tirada y defraudé a mucha gente para poder plantarme en el centro de aquella aventura. En cierta forma había quemado mis naves para cuando regresara.
No creáis que quiero hacerme parecer heroico. Soy un cobarde. Ahora comprendo que tenía mucho miedo. No sólo temía por la seguridad de aquella desconocida de las películas, temía que si aquello se cumplía sin haber intentado evitarlo no tendría donde volver a esconderme de mí mismo. No era un motivo de conciencia, sólo de percepción. Me vería tal como era para siempre, sin adornos ni auto engaños, y no me gustaría.
Después de un millón de engorrosas tribulaciones llegué con apenas unos minutos de ventaja al lugar de los hechos previstos. Cuando por fin me orienté apareció brillando vivamente bajo el Sol californiano la rubia cabellera de la susodicha, caminando menos espectacularmente de lo esperado por el paseo marítimo, como describió el tal S.Dancer, apenas la reconocí inicialmente. En el viaje de ida había imaginado mil veces ese instante como un festival de fantasías de villanos del cine de acción.
Me acerqué caminando deprisa hacia ella - qué menuda se la veía-, sin correr para no asustar. Aún no sabía que coño iba a decirle en mi inglés de E.G.B., y antes de alcanzarla unos tres tipos salieron no sé de donde (alguno parecía que había esperado escondido, otro llegó a toda leche en bici desde la carretera y un tercero se bajó de una furgoneta sospechosa que yo había "fichado" antes inútilmente). Ella se detuvo en seco, los tíos esos la rodearon rápidamente, y no pensé (no lo había hecho con claridad desde que empezó todo el asunto, seguramente), instintivamente me arrojé entre la Silverman y los asesinos abriendo los brazos justo para recibir tres o cuatro impactos de minitarta de nata y fresa en la cara, el pecho y las extremidades.
Me quedé quieto como una estatua llena de mierda de paloma. Nadie pareció prestarme atención. Sarah Silverman, también embadurnada de nata y fresa (ñam) gritaba muy cabreada y caminaba deprisa hacia un coche que la esperaba en la acera, mientras los tres tíos la seguían entre risas y de la furgoneta salía equipo de cámaras y focos de una especie de reality televisivo de bromas pesadas o algo así, deduje luego y confirmé semanas después cuando lo vi todo en la MTV (donde por cierto, yo apenas aparecía un instante - EL INSTANTE- ¡¡ si me puse en medio !!). La premisa de todo era algo así como el tartazo a un famoso anunciado en internet por publicidad viral a modo de promoción como si de un crimen se tratara.
Había recorrido medio mundo para eso. Sarah y los graciosos desaparecieron tan rápido como habían llegado allí. Yo estaba en de rodillas en el suelo, con taquicardia, sin entender aún nada y con un violento temblor en las manos que aún duraría un rato. Sentado en un banco mirando el mar y comiéndome la natafresa de la ropa y las manos, pensé tranquilizándome que me sentía feliz, y aliviado porque en realidad ella no me necesitaba. Y me sentí desolado, ridículo, triste y muy solo, porque ella no me necesitaba.
Fui consciente de las falsas e infantiles ilusiones que aquel propósito había alentado, y creo que quizás algo maduré entonces (de poco me serviría eso más adelante). Sin dinero para volver a casa ni para permanecer allí - cosa que no me interesaba- opté por pedir ayuda al consulado español para mi deportación de Estados Unidos. Tan patético debí parecerles que se portaron muy bien conmigo y en brevísimo tiempo cogí el vuelo de vuelta (que pagaría en cómodos plazos a la administración junto con algún incremento en los meses siguientes) con el rabo entre las piernas. En aquel avión de regreso, puede que para evadirme -una vez más- de la desastrosa imagen que me había labrado de mí mismo y movido por una extraña añoranza de mi cotidiana vida anterior, comencé a imaginar una historia........... CONTINUARÁ
VOLVERÉIS, de Jonás Trueba
Hace 1 mes
3 comentarios:
Por favor, pasame algo de lo que te tomas. Un beso. nos vemos
flipante, eres el cervantes de los blogs, mi hermano. me ha encantado. hazme un favor, cuando acabes esta historia, recopilala como un relato extenso y haz q te lo publiquen o algo, por fa..
Sageraos!!
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