lunes, 19 de septiembre de 2011

BALADA DE ASESINATOS

Rojos. Soledad estaba lo bastante cerca del escenario montado en la plaza mayor aquella noche para fijarse bien en los zapatos de La Mala, de un rojo sangre intenso, mientras la cantante ronroneaba insultos al micro al ritmo de sus contoneos.
Soledad había salido de la céntrica tienda donde trabajaba tras el cierre y se había encontrado camino a casa el festival de otoño. Sin saber muy bien como, había terminado entre la multitud, casi pegada al escenario, esgrimiendo su nuevo móvil con el que grababa y fotografiaba diariamente todo lo que le ocurría, para subirlo luego al portal de aficionados VidPicz, y no se le daba mal. Tenía algunos seguidores devotos. Había hecho un par de fotos de la actuación y ahora filmaba un vídeo de las evoluciones entre sensuales y macarras de La Mala, vitoreadas por la muchedumbre que abarrotaba el lugar.
Pero a ella le interesaban más los colores, reflejados con nitidez en su último modelo de móvil (lo había cambiado por uno que alcanzara una gran resolución, la máxima del mercado en fotografía) sobretodo los del modelito de la diva, un corpiño dorado que parecía robado de los descartes de Lady Gaga, una microfalda roja, los llamativos zapatos y hasta un lazo rojo intenso en el pelo.

Roja oscura. Mientras forzaba silenciosamente la cerradura del piso, recordaba los ojos de Lorena en una minúscula habitación negra iluminada por una fuerte luz roja, solo un rato antes, en un callejón cercano de la zona antigua del centro, en el interior de un pub gay, esperando a entrar en los servicios en la pequeña habitación rojinegra. Él, apoyado en la pared, en silencio, mirándola desde profundas, rojizas tinieblas a menos de medio metro de distancia. Ella, Lori, como la había llamado la desfasada de su amiga, acababa de entrar desde la barra, algo agobiada por la estrechez del espacio, por el silencio que los aislaba de la música imperante a una puerta de distancia, por el estruendo de la chica que la acompañaba hasta perderse en el excusado, también por el viejo marica borracho que las había acosado instantes antes,...pero al poco se tranquilizó. El tipo aquel que también esperaba apoyado en la pared permanecía inmóvil, como distraído, y embutido en su traje negro transmitía serenidad, seguramente de origen etílico, pero apacible. Sin embargo, en el fondo tenía un poso tenso, lo sentía en las tripas. Tal vez solo fuera la cerveza, los chupitos y las ganas de orinar, que la tenían ya atolondrada.

Él la había seguido a casa, bastante cerca del pub. Un piso bien situado, en la plaza mayor, que esa noche estaba de fiesta, al parecer. La cerradura cedió, y abrió la puerta lentamente, iluminando desde el pasillo tenuemente el saloncillo que había permanecido a oscuras. No necesitó mas, la vio asomada al balconcillo, abierto a unos 3 metros justo frente a él. Reconoció su corto vestido blanco con tirantes, su espalda casi descubierta, que lo invitaba a pasar. De espaldas a él, Lorena se entretenía con la algarabía de la madrugada. Había un concierto de La Mala allí mismo, y ella miraba a la gente y al escenario desde atrás, a cierta distancia, dada la situación de su casa a tres pisos sobre el arco de acceso oriental a la plaza. Tenía algo de frío allí fuera, con su minúsculo vestido, y repentinamente se sentía de nuevo un poco triste y sola.

Cerró la puerta tras de sí. Lori no advertía su presencia, podría hacerlo bien. Comenzó a desanudarse la corbata y quitarse el traje. Recordaba aquella peli de Charles Bronson, un policiaco en el que perseguía a un asesino en serie que se desnudaba para cometer sus crímenes, con la convicción de no dejar pistas. Aquello fue mucho antes de los análisis de ADN, claro. Pero él también lo hacía así. La seguridad no era propioritaria, él no era un ladrón. Era un asesino enamorado. Cuando miraba en la tele la serie Dexter, no comprendía como el sociópata protagonista restringía de aquella manera sus asesinatos, limitándolos a simples ejecuciones asépticas, sin atisbo de pasión en ellas, incapaces de saciar en realidad al oscuro pasajero que siempre mencionaba.
Una vez desnudo, sacó del bolsillo de su chaqueta un minúsculo punzón que se colocó entre los dedos de la mano derecha y un bisturí que sostuvo con fuerza en la izquierda cuando dejó la prenda en el suelo, y dándose un momento para contemplar a Lori en aquel instante de ignorante pureza, la embistió calladamente, arriesgándolo todo por un extásis pasajero de puro amor.

Soledad tenía ahora enfocado el rostro de La Mala, que susurraba repetidamente "Date cuenta", cuando advirtió algo extraño. Un movimiento lejano, sobre la cabeza de la cantante le llamó la atención. No le habría prestado más atención, pero persistía. Se distrajo de su entorno y enfocó su lente hacia allí, al bloque pisos del extremo opuesto de la plaza, a tres plantas sobre el arco. Durante un momento no supo que estaba viendo, luego le pareció que un hombre follaba a una chica por detrás, agarrada a la barandilla de su balcón. Finalmente forzó el zoom al máximo como para distinguir en la lejana penumbra como el tipo, aparentemente desnudo, apuñalaba repetidas veces a la chica desde atrás, bajo el costado izquierdo, mientras la sostenía penetrada por el lado derecho del cuello con una hoja más pequeña, que parecía asfixiarla o inmovilizarla, mientras la sangre roja se deslizaba hacía arriba, buscando su mentón, lamiéndolo apenas, para caer entre sus pechos hacia abajo. No sabía cuanto duró aquello, aunque su cámara lo tendría registrado. Soledad estaba inmóvil, incapaz de dejar de enfocar aquel horror, cuando una inoportuna niebla artificial manó en el escenario de la plaza, haciéndose tan espesa como para impedir continuar presenciando aquellos terribles momentos. No había llegado a ver al hombre que había hecho eso, que tal vez aún lo hacía, pero por su constitución le había parecido joven o de mediana edad. Intentó desplazarse entre el entusiasta gentío para volver a ver algo de aquel balcón lejano, pero no lo logró.

Él notaba el cuerpo caliente de Lorena rozando su torso desnudo. La sangre impregnando todo, hasta sus pies, el aliento de ella que se escapaba. No había gritado. Cuando le clavó la muy corta hoja del punzón en el cuello había apenas abierto la boca con sorpresa y dolor agudo, intentando coger un aire que ya no atraparía jamás. Era como una punción estranguladora, que la dejaba indefensa, vulnerable para ser penetrada repetidas veces, tantas hasta que sus formas se desmadejaran en sus manos amantes, ahora húmedas y pegajosas. Cuando terminó, la cabeza de Lorena descansaba sobre el hombro de él, como dormida, con una expresión como agradecida. Él la sostenía ahora con dulzura, como abrazándola casi por detrás. Dejó de contemplarla para mirar a la calle, disfrutando de la brisa nocturna y el calor de sus cuerpos. La plaza hervía, rugía, pero ellos pasaban inadvertidos. Había un millón de cámaras y móviles allí mismo. Grabando sin parar, el concierto, los amigos, las parejas, todo. Pero a menudo las cámaras son incapaces de ver siquiera momentos como aquel, de auténtica vida, de amor incondicional. Momentos trascendentes. Si alguna, una sola de las pequeñas luces de flashes de aquella marea nocturna y ruidosa era lo bastante audaz para fijarse en ellos ahora, debía ser sin duda especial. Tal vez una.

No supo muy bien porqué, pero Soledad cedió a su primer impulso, que fue subir la grabación a la web. No se lo dijo a nadie, no hizo nada. De alguna manera, sabía que la chica, a la que ya no veía en el balcón, estaba muerta, tirada en el suelo del piso, desangrada. y su anónimo asesino y ella eran los únicos que lo sabían aún. Compartían eso, y hacía especial lo que había grabado. algo que le asqueaba pero que lo distinguía de cualquier video malo de youtube. Eso era diferente. Lo peor fue que se marchó a casa. No sabía lo que sentía. Tal vez estaba excitada, tal vez se odiaba, puede que la curiosidad pudiera a todo lo demás.

Una vez en casa, miró el portal VidPicz desde su portátil. Tenía un nuevo seguidor, que oportuno. Usaba un alias, NokreokelSolxist@, y había votado su nuevo e inusual video. También dejó un comentario. Seguro que iba a buscarse un lío con aquello, pensó. Era un enlace. Clickeó y accedió a una webcam. Eso no lo esperaba. Desde el monitor miraba una habitación vacía. Parecía como un reservado de un club o algo así. Por la decoración (bajos sofás de sky blanco, un minibar, y sobretodo una barra para hacer bailes sensuales y striptease) y la iluminación, de un rojo opaco.

Una jovencita pelirroja de aire gótico y piel muy blanca apareció ante la cámara. Sonreía sin hablar con malicia fingida, y en los primeros acordes de una canción de Nick Cave (una versión muy lenta de Don´t fear the reaper) comenzaba un baile sensual sin levantarse, frente a su ordenador. Levantaba los brazos cogiéndose el pelo cuando una sombra apareció tras ella. Un traje negro, un capucha extraña, como acolchada, de un tono gris metalizado. Unos guantes del mismo tono, como los de malla que se utiliza para el esgrima medieval y las representaciones. Un cuchillo de carnicero. Con rapidez, agarró a la casi niña de su blanco y desnudo hombro y le seccionó el cuello desde atrás. No hizo más. La sostuvo mientras la muchacha agonizaba brevemente entre mudos y húmedos estertores.
Soledad estaba paralizada. Sus ojos claros y culpables ni pestañeaban.
El encapuchado se quedó inmóvil, mirando a la cámara todavía, como había hecho desde que apareció en escena. Le pareció que la saludaba.

“El amor es muy importante, enfermera Igor. El amor es una puerta a otras emociones. Sin él. No puedes llegar a comprender cosas como la venganza, o el terror, o la pérdida,.. o el odio. El odio es la hostia. Odiar es nunca tener que decir que lo lamentas. No puedes odiar debidamente sin haber estado enamorado, porque nada te enseña mejor a odiar..” Doktor Sleepless.

Pero el doctor se equivoca, en mi caso. No soy un misógino, soy lo contrario. Un amante, un ángel de alas rojas en un permanente San Valentín sangriento definitivo. Un enamorado.
Si ella hubiera sido un hombre, habría huido. Sin más. Pero esa chica que nos filmó mientras Lori y yo consumábamos nuestro encuentro en el balcón de la madrugada tenía una mirada distinta. Inocente, morbosa, pura.
Compondría para ella una cadena de pasiones, una balada de asesinatos, estrechando un círculo a su alrededor de complicidad y tensión, que tal vez se cerraría, a su muerte.


jueves, 8 de septiembre de 2011

LA NOCHE, EN TRES ACTOS

I. PRIMIGENIO POLVO DE ESTRELLAS

Desde el bar instalado en la azotea del parking ribereño se tenía un perfecta vista del río y sus alrededores, incluso más allá. El paseo de la orilla permanecía en penumbra y el parque al otro lado de los puentes estaba en completa oscuridad, sólo iluminado por la luna llena de aquella noche veraniega. El terraza-pub Embarque estaba muy animado, los veladores repletos de clientes con ganas de divertirse, la música del Dj habitual muy alta, resonando en el silencio de la madrugada fluvial, los láseres dibujando formas en el vacío, allá donde se lanzaban los veteranos voladores de parapente a motor en un espectacular aunque poco visible paseo aéreo nocturno desde un balcón habilitado, llegando a gran altura hasta bien lejos de aquél faro de la movida local.
El tipo escrutaba, con uno de los catalejos fijos para turistas instalados en el ático lounge, la trayectoria de uno de aquellos inconscientes planeadores hasta casi perderlo de vista en la negrura...
....sobre el río en calma el piloto del parapente disfrutaba de la brisa que su moderada velocidad le proporcionaba a aquella altitud, y del espectáculo de aquella enorme luna que casi deslumbraba, mirando hacia abajo de vez en cuando intentando atisbar sin éxito algo en las tinieblas absolutas del asilvestrado parque natural que se bañaba en el lodazal que cubría la otra orilla del gran afluente...
...vestidos con la intimidad de la noche y señalados sólo por el satélite reinante del firmamento, una pareja follaba en el parque al borde del río. Él la embestía por detrás con respiración forzada, casi en silencio, con los ojos cerrados apuntando a las estrellas visibles por la ausencia de contaminación eléctrica, mientras ella se apoyaba en la barandilla de madera podrida de un viejo embarcadero embarrado hasta el abandono, con la mirada en el río y en la lejana terraza del más alto edificio del otro lado, desde la que resonaba el eco de música dance y refulgían neones y trazos de lásers que se perdían en el aire. Escuchaba también, aparte de sus propios gemidos irregulares y su respiración entrecortada, el ronroneo de algunos motores poco estridentes sobre sus cabezas, muy arriba, aunque no percibía ninguna forma, y el maullido excitado de los muchos gatos en celo que habitaban aquella zona y parecían buscar a la pareja en pleno ritual de apareamiento humano como referente...
...cuando el chico aceleró el ritmo y fuerza de sus lúbricas acometidas por la previsible excitación, abrió los ojos con el rostro aún hacia arriba, y tuvo la sensación de que la cúpula celeste se agrandaba como nunca había notado, descomunalmente, multiplicando sus estrellas de forma veloz y desproporcionada, hasta aparecer en cuestión de instantes ante sus ojos todo el brazo de la Vía Láctea que puede contemplarse desde el mundo que habitamos. Al mismo tiempo, parecía que la oscuridad reinante a ras de suelo se había hecho aún más intensa. Todo referente cercano y lejano había desaparecido, incluido el más llamativo de la terraza discoteca que hacía unos segundos machacaba los sentidos de la paz nocturna, salvo los muy luminosos y naturales que provenían del cielo que contemplaba aminorando ahora la cadencia de su roze aunque sin detenerla, asombrado...
...De repente, toda la luz del pub Embarque se apagó, a la vez que la música e incluso los móviles y cámaras de todos los asistentes. Todo aparato eléctrico había sucumbido, no así el catalejo que era puramente mecánico, por lo que el espectador, tras reponerse momentáneamente de la común sorpresa inicial de la que todos hablaban, esgrimió de nuevo la lente en busca de nuevo del tipo del parapente. Le llamó la atención que el ya antes lejano sonido de los motores de aquellos paracaídas propulsados también había cesado al unísono, por lo que la preocupación era lógica. Nadie más se había percatado aun de ello al parecer. Con gran esfuerzo y creciente nerviosismo, consiguió encontrar guiado solo por el potente brillo lunar una reconocible silueta voladora dibujada en las miríada de astros que se plantaron allí mismo, sólo para darse cuenta de que súbitamente el planeo del parapente había devenido en caída libre hacia la orilla del parque. Siguió la veloz trayectoria descendente y le alivió un tanto comprobar que el piloto había conseguido algo así como un aterrizaje forzoso, y parecía deshacerse de las cuerdas de su paracaídas y lo demás con algún instrumento pequeño, para encender luego una bengala de mano que proporcionó mayor claridad a la escena que contemplaba...
....la chica recibió en su seno una vez más a su compañero antes de quedarse inmóvil, al oir algo que caía desde muy alto a no mucha distancia de ellos y ver luego la luz potente de una antorcha anaranjada surgir de la maleza de la orilla, donde percibió después de deslumbrarse fugazmente, la forma de un hombre que parecía surgir de la tela de un globo o un paracaidas...el hombre los miró a ella y a su chico, que parecía absorto en su ya casi imperceptible meneo pélvico con la mirada como perdida en las nubes ausentes, pero la embarazosa sorpresa se disolvió instantáneamente cuando algo más entro en el campo de visión de ella, por el rabillo del ojo, haciéndole desviar la mirada hacia allí y profiriendo un grito de agudo pánico...
... sin poder despegarse del catalejo ni para alertar a nadie de aquel bar de lo que estaba descubriendo, el tipo de la azotea se dio cuenta de que el piloto había aterrizado casi encima de una pareja joven que retozaba desnuda en la orilla, pero no le dio tiempo a reírse para sí porque incluso en el intenso rumor de las conversaciones aceleradas que le rodeaban, un estridente chillido de aquella muchacha había cruzado la enorme distancia hasta sus oídos, obligándole a desviar el ángulo de su observador instrumento hacia las negras aguas del río, en la dirección que ella miraba...algo parecía emerger allí, unas formas humanoides, pudo identificar hasta tres de esas formas por su gran tamaño, de más de dos metros, que salían caminado ligeramente encorvados entre agua espesa y barro, para revelarse como unos seres que más bien parecían disfraces de dura goma para un film de terror de serie B. Eran como versiones retorcidas de aquella vieja peli, La Criatura de la Laguna Negra, pero sus enormes cabezas parecían reposar sobres los hombros deformes sin cuello alguno.
Con la respiración cortada, observó como con rapidez uno de aquellos seres imposibles atacó al sufrido piloto de parapente que parecía intentar defenderse con algo como una navaja inútilmente, aunque un breve forcejeo retrasó el aplastamiento de su cráneo entre los enormes dedos de aquella especie de reptil, mientras los otros dos oscuros anfibios perseguían y alcanzaban en pocas zancadas a los dos infelices en bolas que se habían despegado al fin para intentar escapar juntos. Pero en cuestión de momentos, el chico corrió la misma suerte que el piloto y la chica fue agarrada de un tobillo e izada como un conejo al que arrastraban de vuelta a las calmas aguas, donde se llevaron también los cadáveres inertes de los desdichados, antes de desaparecer en ellas tan rápido como habían salido. La electricidad volvió, con ella la distorsión de la música, el brillo estelar se atenuó severamente, la luz anaranjada de la bengala abandonada en el suelo del parque, ahora vacío, perdió intensidad hasta casi desaparecer.


II. SU NUCA EN LA ALMOHADA.

Dormíamos juntos en la misma cama. Era la primera vez. En realidad solo ella dormía. Yo llevaba un rato despierto, contemplando el final de su cabello y el principio de su cuello, acomodados a escasos centímetros de mi nariz. Escuchando su respiración tenue, regular, dormida. La rodeaba con los brazos bajo las sábanas, que como dos serpientes enfrentadas (ejem) representaban los sentimientos contradictorios en los que pensaba. Sentía una apacible felicidad, un gozo abrumador, una ilusión evidente. También estaba acojonado. Ella parecía ver en mí algo que no puedo ni imaginar y me sentía un fraude. Temía que cuando se despertara se giraría perezosa, me miraría a los ojos y se daría cuenta de quien soy en realidad, decepcionándose y pensando, "-que hago aquí junto a este tipo.." . La pasión de horas antes fue hermosa, tierna y divertida. Iluminados en la enorme cama de la habitación de hotel solo por la televisión, habíamos rodado uno sobre otro arriba y abajo, estallado en carcajadas cuando pisamos el mando a distancia repetidas veces con nuestros cuerpos, cambiando de canal y subiendo el volumen justo cuando aparecía en pantalla el montañero Juanito Oriarzabal en un Reality Vascongado gritando con su habitual mal genio, UNO! DOS! TRES! CUATRO! ESA BATIDORA CON SEGURIDAD!!, y al instante un partido de baloncesto de la selección en Lituania, justo cuando enfocaban a mi primo Chema entre el público disfrazado de Burbuja de Freixenet con una enormes gafas de Drag Queen gritando en equipo con su compadre vestido de vaca de Milka y un ,según él. famoso turco con cara de Bin Laden y barba a lo ZZ Top, que le coreaban CAMPEÓN! CAMPEÓN!..a lo que ella respondió riendo mientras me pellizcaba las nalgas "-ea, va por ti".
Pero ahora mientras amanecía a su lado me sentía en el deber de sincerarme, de decirle lo mucho que me gusta pero lo poco que tal vez puede esperar de mi desastre de vida y otros temores que no me atrevo a enumerar. Estaba convencido a hacerlo y me había repetido mentalmente durante un rato las palabras mas dulces e idóneas que se me habían ocurrido, pero cuando despertó, se giró adormilada y perezosa hacia mí y me miró con un brillo en los ojos distinto a cualquier cosa que haya visto antes, y una sonrisa se dibujó en sus labios, y me sentí incapaz de abrir la boca y balbucear aquellas tonterías. Me limité a besarla.
Entonces notamos a la vez que alguien abría la puerta de nuestra habitación desde fuera y entraba encendiendo las luces, era la doncella de planta latinoamericana y a su lado,... ¿Marilyn Manson?!!..



III. AMANECE EN PUERTA OSCURA.

Nunca había conducido un coche como aquel, ni en semejante compañía. El mismo Marilyn Manson nos sacó de la cama para explicarnos en un Spanglish farragoso una historia absurda. Iba tan maquillado como en un videoclip y era de una falsa amabilidad y prisas extremas. Por lo que pudimos entender mientras salíamos del shock es que debía reunirse con unas personas, al parecer Alejandro, Alan y Erik para nosequé movida en la ribera y por cojones resulta que yo era el encargado local de ser su guía, chofer y criado. Esa parte me la explicó como cinco veces y seguía sin comprenderla. Decía "-la reunión subcultural asigna siempre a un freak local las tareas logísticas acordes a la investigación, según la filtración de Facebook y Twitter a Wikileaks, tú eres esa persona aquí,.." . Respondí varias veces "-Qué?", hasta que añadió "-Te pagaremos bien.." a lo que contesté:"-Qué?". Y una vez en la limusina negra que llevaba hacia donde me indicaba que debíamos ir, siguiendo el GPS programado de antemano, (con acento mejicano además), mientras mi amante de un rato antes, que solo había acertado a convencerme a irnos con ese tio con un "-Yo no me pierdo esto", desde el asiento trasero miraba fijamente muy extrañada a la supuesta novia de la estrella del rock (una chica de cintura imposible y con el rostro tapado por una máscara de barbie siniestra y muda), yo intentaba razonar con cierta hostilidad ante aquella extravagancia avasallante:"- Esto no tiene ningún sentido, ¿pero no tienes ya gente para estas cosas? ¿ Y Como que Freak?¿De verdad me quieres hacer creer que no hay nadie más freak según tu mierda de facebook? Sí estaba desnudo junto a una chica preciosa, por amor de dios!!".....Pero la mirada perdida del tipo gótico desgarbado aquel ignoraba convenientemente mi pataleta, tras sus lentillas de colorines y su pose de gallo de dibujo animado.
Cruzando el puente de piedra, dejamos el coche lo más cerca posible del terreno irregular del parque de los gatos, como se le conocía. El Sol se había reafirmado hacía rato en mitad del cielo y el calor iba calando. Cerca del antiguo embarcadero de madera, en el lodazal, unos agentes del CSIC (lo ponía en sus camisetas, ni que fueran del CSI) nos pidieron que apagáramos los móviles y dejáramos cualquier objeto metálico. Como Manson va forrado de ellos, se quedó a cierta distancia, mientras saludaba a quienes nos esperaban tras la cinta policial y decía para sí, "-Antes Marilyn me parecía un buen nombre, hasta que me lo llama él".
Nos acercamos hasta esa gente, curioso por saber quién abochornaba al divo del metal, y para mi sorpresa reconocí a tres hombres de avanzada edad y mucha barba: Alan Moore, inconfundible con sus espesa barba canosa, su mirada de iluminado, sus muchos anillos en los dedos y además porque llevaba un ejemplar de su NEONOMICON bajo el brazo para más señas, fumando en pipa y abanicándose. Alejandro Jodorowsky, mucho más envejecido de como le recordaba en la tele, pero con una luz risueña tras sus pupilas, me miró y sonrió, saludándome con su peculiar acento señalándome con el bastón que esgrimía. Y Erik el Belga, a este tardé más en reconocerlo. Famoso ladrón de arte retirado hace mucho, ahora pintor y restaurador según recuerdo, afincado en la costa española.
Sin prestarme mayor atención ni añadir más explicaciones que las muy parcas del artista antes conocido como el niño de Aquellos Maravillosos Años, aquel trío excéntrico pareció concentrarse en algo que había en el suelo y debía ser el motivo de su visita. Discutían acaloradamente en inglés, aunque Jodorowsky y el belga chapurreaban francés y castellano, cuando me fijé en lo que allí contemplaban.
Era un cuchillo militar no muy grande con restos de un fluido verde negruzco y una inscripción: Buen Cuchillo. A su alrededor, un charco de más fuido parduzco y mucha sangre mezclados con la tierra arcillosa. También una tela como de globo y cuerdas esparcidas. Y tardé más en distinguir una especie de pequeño tentáculo verde con espinas afiladas. Antes de abrir la boca, Jodorowsky dijo: "-No, creo que es sin duda un falo, el chico del parapente atacó al profundo con su cuchillo de supervivencia, que había usado antes para cortar las cuerdas que lo sujetaban a la tela, seccionándoselo antes de perecer y ser arrastrado como los demás, hacía allá"..y señaló al río.
Mi acompañante me dijo que llevaba ya un rato convencida de que este día iba ser incluso más raro que el anterior, pero de otra manera. Desde luego pensaba que esto rayaba ya el absurdo más increíble, pero comenzé a entender que podía aportar yo a semejante disparate cuando, tras escuchar otra discusión entre Moore y Jodorowsy en la que el primero se vanagloriaba de ser el único mago real del grupo porque aquella supuesta sicomagia del chileno no era magia real al no trascender ningún plano de realidad o no se qué gilipollez, y Erik los escuchaba divertido en silencio, el escritor británico se calló de mal humor paseando por la orilla lanzando aros de humo a los gatos que le seguían, y Jodorowsky, sigue hablando como consigo mismo: "- Lovecraft situó la antigua ciudad sumergida de los antiguos en unas coordinadas concretas del océano, decían que en su letargo se comunicaban con una especie de silbidos de baja frecuencia. Es solo literatura. Hasta que hace bien poco, en esas mismas latitudes se detectaron unos sonidos de bajísima frecuencia a una profundidad inexplorada,..." con aire cansado me pregunta (como si yo debiera saberlo) :"-¿Por qué pasa esto aquí ahora?"....me quedo en silencio unos momentos, y pensándolo respondo: -"En esta ciudad,.. ¿Cómo es que no pasado antes?".
"-Porque Sí que puede haber estado pasando, tal vez desde hace mucho..", Responde con una sonrisa entusiasmada.
Noto los ojos de ella fijos en mi nuca, me vuelvo, nos miramos y pienso: Este día va a ser sin duda aun más extraño, aunque no más feliz. Y sonrío, pensando en la aventura imprevisible que tenemos ante nosotros...como si no hubiera un mañana.

martes, 6 de septiembre de 2011

TODO EN UN DIA, VACACIONES EN EL VIAL


El cielo. Había un cielo azul de esos que te obligan a salir de casa y pasar el día fuera. Disfrutaba del paseo matinal al trabajo cuando una luminosa sonrisa conocida me saludó bajo dos ojazos verdes, sentada en la terraza de una cafetería. No pude evitar quedarme a su lado cuando me invitó a hacerlo aún sabiendo que llegaría tarde a mi destino. Más tarde el desayuno desapareció y dejó lugar a las cervezas y las tapas, entre risas, palabras y miradas (hipnóticas por su parte, posiblemente estrávicas por la mía). Definitivamente dí el empleo por perdido cuando nos fuimos a pasear al parque, donde los bancos se nos antojaban diminutos para nuestros deseos.. al atardecer competimos en la mugrienta barra de un antro a agotar en pocos tragos las cinco cervezas aguadas que nos sirvieron a cada uno por un par de euros, y lo hicimos con divertida ansia torpe ante la mirada circunspecta de un anciano que olía su medio de vino rancio sin tocarlo. Nos quedamos con la última cerveza en la mano cuando vimos a ese mismo señor dejar su copa y levantarse del taburete para bailar la lambada muy agarrao a una morenaza a la que sacaba unos cuarenta años. Sólo cuando huimos de aquella escena al exterior entre risas nos dimos cuenta de que habíamos rodeado la vía soterrada y estábamos en la antigua zona aislada del centro de la ciudad, allí donde se decía que el barrio de la antigua Cordura se había relacionado entre sí endogámicamente durante décadas y sus gentes habían desarrollado apreciables taras físicas y mentales (evidentes sobretodo para nosotros, del otro lado del río), además de un dialecto propio terriblemente limitado, con querencia y profusión por emplear el "Nah" y el "Vayá!!" en cualquier expresión y circunstancia, independientemente de lo absurdo e inapropiado que resulte.
Pero aquellos ojos no querían que los acompañase a casa todavía para despedirnos, aquellos labios seguían estando cada vez más y más cerca, aquel flequillo me parecía que debía ser el más suave y su nuca la más esbelta y femenina,..así que nos arriesgamos a que la tarde que se acercaba terminase como la matanza caníbal de los garrulos lisérgicos en aquel barrio inhóspito del centro olvidado y nos aventuramos a un torreón medieval mal conservado, que se nos apareció en el suburbio, reconvertido en unos billares disco pub, desierto a esas horas salvo por un camarero autómata que dejó una solitaria partida de futbolín (ejem) para servirnos dos jarras sucias de sangre templaria (mientras meneaba la cabeza susurrando para sí entre dientes "Nah, nah.."), mejunge tan dulzón que debió extraerse de un caballero diabético con el hígado destrozado. Pero en la penumbra del lugar las copas quedaron casi intactas cuando después del primer trago nos dedicamos a comernos el azúcar saturado de los labios del otro, frotándonos sobre un sofá de sky blanco mientras en la tele Michael Jackson enseñaba a un crío a hacer el moonwalk y el camarero robótico gañán encendía unas velas en nuestra mesa. Se ve que en el fondo era un romántico. Cuando perdimos el control sobre nuestras manos se nos ocurrió hacer precipitadamente lo que el aldeano probablemente pensaba desde hace rato mientras tal vez se tocaba tras la barra de los cocktails, "- Nah, irse a un hotel, Vayá!!".
No dejamos de reirnos mientras recorríamos los pasillos del almacén de unos chinos buscando bikinis y bañadores con los que zambullirnos en la piscina de la azotea del hotel que encontramos. Eran todos de niño, así que ella eligió un sostén de los 101 Dálmatas y unas braguitas a juego imaginario de Dora La Exploradora, y yo unos calzones paqueteros de Bob Esponja, pensando en que clase de pervertido hace estos diseños de ropa íntima.
Salimos disparados, pillamos unos bocatas y refrescos y nos registramos de esa guisa en el hotel, bajo nuestras gafas de sol para minimizar inútilmente el corte, inventando un acento extranjero indeterminado para pasar por foráneos, futilmente ya que nos pidieron los carnets para acreditarnos en el complejo de cuatro estrellas, mientras nos miraban de soslayo murmurándose “-Nah, Sí o qué, Vayá”...la franquicia hostelera empleaba en recepción a aborígenes del lugar.
Desde el jacuzzi de la terraza mirábamos relajados la línea que unía el horizonte con la superficie de la piscina. Estábamos en otro lugar, en pleno corazón de la ciudad, tomando el sol sobre la gran avenida que enterró al ferrocarril y abrazó los parques y los barrios, como aquel surgido del pueblo de los malditos.
Cogidos de la mano en las tumbonas bajo las sombrillas, ella preciosa con su conjunto y su tono de piel y yo con migas del bocata de atún sobre el pecho, preguntándome que misterios se esconden detrás de esa mirada inolvidable, y decidido a descubrirlos. A nuestros pies teníamos el mundo para nosotros, y en la habitación, nos esperaba el cielo.



CONTINUARÁ...Tal vez..

TODO EN UN DIA, La peli que todos quisimos vivir de adolescentes.