lunes, 27 de junio de 2011

EL AGUJERO QUE HAY EN TODO

“Quiero establecer un nuevo orden mundial del crimen, con su propia capital.” Brunno Manheinm, núm.25 de 52.

Leo cómics. Desde siempre. Lo dejé cuando la adolescencia se impuso, y apenas superada tardíamente, volví. Entonces llegó un nuevo siglo, el tercer milenio. La era de los prodigios. Lo que parecía exclusivo de los tebeos y de Hollywood se impuso a la realidad. Una organización semejante a Hydra (“córtale la cabeza y dos mas surgirán en su lugar“, reza el lema de algunas de las células que combate a menudo el Capitán América) cometió el mayor y más espectacular atentado terrorista de la historia en Nueva York, acompañado de otros objetivos igual de característicos en suelo norteamericano. Con el tiempo, una gran conspiración para llevar el mundo a la guerra se hizo patente.
Después llegó la crisis (¡Crisis! ¿cuantos cómics de superhéroes se titulan así, amigos aficionados? perdí la cuenta!), que inicialmente pareció ser algo cíclico y accidental, casi inevitable, para desvelarse después como la ejecución metódica de un plan cuidadosamente trazado durante años que ha llevado la civilización al abismo, con consecuencias nefastas globales que aun van a extenderse mucho más. Un plan maestro que por cierto parece no haber concluido aún.
En estos tiempos, al igual que en los de la segunda guerra mundial, los villanos de opereta que se retuercen el bigote mientras ríen malvadamente son curiosamente una amenaza real y despiadada.
Como respuesta, entre otras muchas, un símbolo de rebelión ciudadana y libertad destaca poderosamente contra una opresión que empezó tímida pero va tomando una actitud atroz. Ese símbolo es la máscara de Guy Fawkes popularizada en el cine y mucho antes por el cómic V DE VENDETTA. Un héroe de cómic que parece ahora casi tan real como proscrito, y potencialmente desvirtuable.
Llamadme friki y loco, pero si alguien se calza unas mallas y sale ahí fuera a combatir el crimen no puedo reprochárselo en este momento que parece tan inesperadamente adecuado.

BOXING ELENA o EL HIJO DEL CONSERJE

Hay diferencia entre ser el protagonista o solo estar ahí.
Después del concierto de Los Planetas al aire libre estamos en la puerta de un pub cercano. Jota se tambalea calle arriba y abajo, deambulando acompañado solo por una lata de cerveza y murmurando. De vez en cuando se detiene y grita algo. Creo que dice ¡Cabrones! pero no se le entiende. Viendo a Elena con su muleta me recuerda a la prota de aquella peli, BOXING HELENA (MI OBSESION POR HELENA). La vimos mi hermano y yo hace más de quince años en un cine ya desaparecido del casco histórico tras pasar la tarde en Radio Lupa. Éramos unos crios. Contaba la historia de un tipejo enamorado de la preciosa Helena, que para retenerla le amputaba brazos y piernas y la encajonaba en una caja. Pese a tan prometedora premisa (ejem) era un bodrio entrañable. Incluso aparecía Art Garfunkel, y Kim Basinguer perdió mucho dinero por una demanda que le pusieron los productores por negarse a rodar la peli una vez firmado el contrato. Visto el film, no la culpé, pese a que contara con buenos actores como Bill Paxton, Julian Sands y Sherilyn Fenn como Helena. Todos desperdiciados y muy mal dirigidos por una entonces debutante Jennifer Lynch, que andaba escribiendo todavía el truculento Diario Secreto de Laura Palmer entonces y luego al parecer ha dirigido alguna historia interesante para recalar hace un par de años en Bollywood con un film sexy de terror sobre una mujer serpiente hindú titulado HSSS!..
Elena tampoco se deja encajonar. Baila toda la noche con su muleta, la acaricia con su melena pelirroja. Charlando animadamente a ratos con sus amigas y compañeras de carrera en algún momento mientras las escucho me veo solo como el hijo del conserje, alguien con demasiados puentes por cruzar, ya derrumbados.
Mucho más tarde abandono la atestada acera para orinar en el interior del pub y despedirme de alguien antes de marcharme. Dentro hay una despedida de soltero, el novio va disfrazado de diablo discoquetero al estilo Disco Stu, le queda sorprendentemente bien, gracioso y casi nada humillante, pero sus amigos le obligan a cantar Don Diablo de Miguel Bosé en el Karaoke y se le entiende menos que a Jota maldiciendo. Mientras busco los servicios tengo la sensación de que en algún momento formé parte también de esa fiesta, de que he olvidado como la cago continuamente y me han echado de nuevo.
Amanece cuando salgo con la última Coronita del lugar y la noche, la acera esta vacía, ni rastro de mis amigas ni de nadie más, salvo por Jota, que se detiene ante mi, sale aparentemente de su ensimismamiento un instante en el que nos miramos, y gritamos al unísono: ¡ Cabrones !.

lunes, 13 de junio de 2011

PILAR, Me Gusta




Pilar siempre disfruta de una buena historia. Sin embargo, no tengo ninguna. Ahora, cada vez que sueño o intento recordar, menos real es. Mientras baila frente a mi en el after hours la miro como antes solía. No era demasiado bueno como ángel de la guarda. No hacía gran cosa, salvo observarla. De vez en cuando le recordaba con susurros que agitaban su flequillo y le acariciaban la nuca nimiedades como dónde estaban unas llaves olvidadas, o algún documento extraviado, pero tampoco ha sido nunca tan despistada como en ocasiones cree.
Y un día, cuando realmente necesitó mi ayuda, le fallé. No lo evité, no supe verlo a tiempo ni advertirle, cuando incluso un buen amante o un amigo atento se hubiera percatado.
¿Recordáis cuando en Superman Cristopher Reeve vuela a toda mecha contra el sentido de rotación terrestre para que el tiempo retroceda y así poder salvar a Lois cuando no ha podido hacerlo antes? Bueno, parece una tontería, ...no se me ocurrió otra cosa. El caso es que el tiempo realmente retrocede si haces algo así, pero cuando el reloj vuelve a ponerse en marcha, no todo es tan sencillo. Lo cambié todo. Todo lo que existe. Valió la pena, sé que el mundo anterior a este era algo distinto, pero tampoco lo recuerdo casi. Ahora no hay custodios, pero sí demasiados acosadores solitarios en Internet, no sé si hay relación. Parpadeo y el mundo me deja atrás. No la había visto desde el cambio, creo que no la recordaba, pero cuando me la presentaron aquella tarde, tuve esa sensación de conocerla de antes, de siempre. Y empecé a recordar todas aquellas pequeñas cosas tan extrañamente importantes que antes formaban parte diaria de mi vida como su constante voyeur invisible asignado.
Había empezado a descubrir qué era eso de tener una vida propia, hasta entonces pensaba que siempre la había tenido, pero su presencia me atraía con la facilidad de un viejo mal habito recuperado. Sabía sin embargo que no iba a volver a ser nada parecido a un habitante incierto en su vida, ahora degeneraría más bien en intruso incómodo y cansino.
Pilar se conecta regular pero fugazmente a facebook. Apenas comenta, pero le gusta pinchar en Me Gusta en los enlaces de sus amigos. Su muro muestra que la música sigue marcando sus ritmos vitales. Durante un tiempo, después del cambio, me vi en la necesidad de reducirme a la mínima expresión, creí que se trataba de dar un paso atrás para tomar impulso, lo que incluía simplificar mis emociones en lo posible, para lo que prescindí de un contacto musical prolongado, de una exposición a melodías pegadizas que pudieran removerme por dentro. Pero la música ha vuelto.
Y ahora que la tengo de nuevo delante, no estoy listo para que suceda lo que era imposible cuando acompañaba sus pasos. Me mira. Me habla. He visto sus ojos hermosos y sinceros desde todos los ángulos, todos menos éste, clavados en los míos aunque sea por unos momentos. Me he mecido en el sonido de su voz paciente, y angustiado cuando esta se rompía, pero hasta hoy no podía esperar que se dirigiera a mí, ni siquiera para alguna trivialidad. Y cuando me comenta algo y voy a responderle con aparente normalidad, un viejo reflejo se dispara y balbuceo la antigua y olvidada letanía de los cursis entes rancios a los que pertenecí:"-...soy...tu.. sombra en la noche.....no soy...nada", noto como se vuelve incluso menos real al pronunciar las ridículas palabras. Afortunadamente, apenas me oye bajo el volumen ensordecedor del lugar, antes de mirarme de nuevo un instante con ligera extrañeza y volver a su baile solitario, tan próximo. Pero está bien, Pilar va a seguir estando bien. Y eso Me Gusta.

sábado, 4 de junio de 2011

MAYO 2011

Sentado en el suelo del bulevar pensaba cómo había llegado hasta allí. La acampada de los indignados duraba ya algunas semanas y hasta ahora había compensado mi indiferencia con algún favor ocasional a algún amiguete o conocido que se había tomado aquella iniciativa ciudadana en serio desde el principio. Por mi parte, me daba igual, pensaba que algún día recordaría los años de la crisis mundial y la recesión como los más felices de mi vida. A mis treinta y pocos, me identificaba más con un crío africano de esos que sonríen tanto en televisión aunque vivan en la miseria de una guerra perpetua o como un adolescente despreocupado de la postguerra española de las historietas populares de padres y abuelos.
Sin embargo, cuando parecía que la concentración comenzaba su rápida decadencia tras las elecciones de mayo, yo llevaba durmiendo allí dos noches junto a ella. Conocí a Pristina hará unos cinco años, cuando ella apenas superaba la adolescencia y había dejado los estudios para trabajar en una pequeña cafetería de polígono industrial. Encandilaba a los curtidos clientes con su juventud, y quizás porque llegamos a ese extrarradio al mismo tiempo (yo empecé a trabajar en uno de aquellos negocios) o porque nuestra diferencia de edad no era tan exagerada como la que tenía con el resto de la parroquia habitual, conectamos enseguida.
Durante meses fui otro de los habituales en el bar para mis desayunos, copas y en ocasiones almuerzos y cenas. Charlábamos y charlábamos, mientras me encandilaba con su habilidad para liar el tabaco mientras le salía coca cola de la nariz por una carcajada inesperada mientras bebía. Salimos alguna vez, me presentó a sus amigos, traté especialmente con una amiga suya que cantaba cuando podía en grupos y orquestas y terminaría triunfando pocos años después en un show televisivo para artistas noveles, pero eso es otra historia. El caso es que Pristina me gustaba mucho. Tenía su número en mi agenda guardado como Pristina la Hippie incluso hasta cuando ya supe su apellido. Siempre ha sido un poco perroflauta. La recuerdo tomando el sol en la terracita del bar aprendiendo a volear sus cariocas. Unos meses después, con buen criterio, dejó el trabajo y volvió a estudiar. Salvo al principio, perdimos el contacto casi totalmente, y al cabo de algunos años sólo hablábamos muy esporádicamente por el chat de la red social y poco más.
Hasta la pasada feria del libro de este mes. Yo cambié de empleo un par de veces desde que perdimos el contacto y ahora estaba esporádicamente vendiendo libros en un stand del bulevar, unos días antes de que estallara el comienzo de la insurrección pacífica de mayo. Y abriendo mi chiringuito un día mas del ya último fin de semana de la feria, me doy la vuelta y la veo allí, como una aparición. Llevaba un estandarte que le sacaba dos cabezas y lo usaba como bastón de apoyo con su mano derecha. Iba vestida de noble patricia de la era romana, de blanco. Sus rizos morenos descansaban sobre su cuello y hombros casi desnudos mientras la vaporosa túnica realzaba sus esbeltas proporciones y su prominente pecho, generoso, asomaba abultado por un escote sujeto por cordeles. Su piel de tono oscuro contrastaba con la claridad de su atuendo, y sin embargo el conjunto le quedaba francamente bien. Lo vestía con naturalidad. La sorpresa de verla así y el sol que se filtraba desde su espalda y bajo sus faldas le conferían un aspecto como de hada aparecida, demasiado carnal para resultar fantasmal. Tenía en la otra mano un pergamino que parecía tenderme cuando se quedó quieta y su habitual sonrisa pícara se formó en los labios carnosos y atractivos. Por sus ojos almendrados me dí cuenta de que me había reconocido.
Estaba trabajando como chica-anuncio, promocionando allí mismo durante un par de días una nueva novela histórica sobre la colonia romana de Hispania, y repartiendo cuidados folletos con forma de pergamino que llevaba enganchados al estandarte-cartel en una cestita.
Pasamos aquellos dos días poniéndonos al día, desayunando y almorzando juntos, pasando el rato en la feria del libro. Había terminado con sus estudios recientemente y trabajaba en lo que podía. Seguía tan hippie como siempre. Sonreí cuando la vi sacar de nuevo su bolsita de tabaco para liar apoyada en la puerta de mi stand ataviada aún de romana. Algún nuevo tatuaje en su espalda destacaba en su túnica abierta, y cuando terminaba la jornada se colocaba un pequeño piercing en la nariz que no le recordaba.
Me contó que su amiga la ahora folclórica precoz de éxito había dejado un hueco en algunos grupos de aficionados cuando se marchó a hacer giras con la tele y a ella le picó el gusanillo, así que cantaba con ellos siempre que podía (rollo fusión flamenca-reggae, no podía ser de otra manera) y hasta habían grabado un disquito que me regaló orgullosa. Era un pequeño libreto autoeditado con poemitas, dibujos y el cd en cuestión, muy mono. Y no tenía novio. El caso es que el último día de trabajo para ambos se marchaba brevemente unos días con su grupo a algunos pueblos a hacer unos bolos. Tal vez nos viéramos después, aunque sospeché que no sería así.
El caso es que cuando, semanas más tarde, la acampada de los manifestantes, en aquel mismo bulevar donde celebráramos nuestro reencuentro, llevaba ya tiempo asentada y parecía tocar pronto a su fin, pasé por allí deteniéndome únicamente a saludar a algún conocido cuando la vi en mitad de la plaza, ensayando con sus cariocas de nuevo como hiciera años antes (igual de torpemente) junto a la fuente.
Y allí me quedé. Sí, por una chica, otra vez, a mi edad. Me dejé convencer por ella con asumida falsa facilidad, sin creer en casi nada de lo que me contaba que era tan importante, pero lo hice por ella. Cuando compartíamos saco de dormir la primera noche pensé que eso ya era suficiente buena razón para quedarme allí un ratito, y mientras ella dormía sobre el suelo de losas como si fuera un colchón de plumas, me justificaba imaginando que estaba allí haciendo el tonto por alguna buena razón. Tal vez para protegerla, ya que las amenazas de un desalojo violento eran cada vez mayores tras la ascensión al poder local de una mayoría conservadora que había perdido repentinamente los escrúpulos que mostró durante la campaña electoral para con los manifestantes descontentos. En mi profundidad ideológica, lo más relevante para mi de aquellas elecciones municipales era lo gracioso del caprichoso parecido del nuevo alcalde electo con Norman Osborn,...el malo de Spiderman,...el Duende Verde, ese. El de los cómics, sí.
O tal vez también quería creer que me quedaba con ella porque no me comprometía con sus ideas ingenuas pero creía en ella, en su valentía, en su idealismo, en su bondad, que me hubiera gustado compartir. El caso es que seguramente sólo estaba allí porque tenía miedo de que se enamorase de algún hippie idealista que tendría con Pristina mucho más en común de lo que yo tendré nunca.
La mañana después de nuestra segunda noche juntos en la acampada, se produjo el tan temido desalojo. Al principio, todo estaba tranquilo, yo estaba sentado en el suelo tomando un café en un vaso de plástico pensando en ducharme, o mejor, en ducharnos juntos, mirando a Pris subida a una mesa vestida con la indumentaria ideal para la danza del vientre que ejecutaba al son de las palmas de algunos concentrados entretenidos con sus contoneos matinales. Otro talento seductor más. El caso es que sin previo aviso, ocurrió lo que resultaba extrañísimo y del todo inesperado, puede que esa fuera la intención debido a nuestro ya reducido número: una sola furgoneta de antidisturbios irrumpió sin activar la sirena entre los sacos de dormir apilados del bulevar, de los que un perrillo salió disparado ladrando aterrado unos los policías bajaron del vehículo gritando, comenzando a repartir empujones y cachiporrazos sin dar oportunidad de hacerse entender y disolvernos obedientemente y en orden (yo al menos les habría entregado mi rendición incondicional por escrito).
Todo sucede muy rápido, y apenas me he levantado del suelo cuando veo a dos nacionales llegar hasta la mesa donde Pristina continuaba de pie, aunque ahora inmóvil, sorprendida por el espectáculo, y alzar amenazadores las porras reglamentarias. No lo pienso en absoluto (mejor no pensar en lo que aquello podía escocer y doler) cuando me pongo entre los agentes y ella, llevándome dos sonoros (sobretodo en mis costillas) golpetazos que me dejan sin aliento. Cuando uno de los policías va a propinar una patada a la mesa para tirar a Pris al suelo, con el considerable daño que puede eso provocarle, la veo volar -saltó antes- por encima de mi cabeza y propinar un violentísimo rodillazo a uno de ellos en la su visera protectora, tumbándolo. Cuando llega con precisión al suelo, Pris se girá como Catwoman y le mete un doloroso codazo en la nuez al otro poli que ya levantaba de nuevo su garrote en mi dirección. Yo la miro boquiabierto, sin tomar aire aun, y la veo ejecutar tan gráciles y fantásticos movimientos como en cámara lenta, casi con música de fondo (más bien pitido de oídos) y todo. Su pecho sensual se bambolea con elegancia al tiempo que su pelo describe arcos que subrayan la repentina determinación de su mirada. Está más impresionante que Lara Croft en la más inverosímil de sus volteretas. Y yo vi en persona a Lara Croft, ojo. No, no a Angelina Jolie, sino a una más auténtica, o todo lo real que puede ser. Hace unos quince años en la feria de la informática de Madrid fui espectador de la surreal actuación musical de la hermosa Rhona Mitra, cuando era una de las primeras modelos promocionales de los videojuegos de entonces de Tomb Raider. Intentaba también una incipiente carrera musical apoyándose en tal personaje (sí, le compré el disco, melodías electropop inspiradas en los niveles del juego) antes de consolidarse años más tarde como actriz de culto en films de serie B. Pero me desvío del tema, os hablaba de la sorprendente Pristina y su giro a la violencia desatada de superheroína.
Tras tumbar a los dos antidisturbios y ante la desbandada general, me agarró de la mano y me arrastré como pude tras ella hasta refugiarnos en un bar cercano algunas calles más abajo. Estaba claro que mi sueño revolucionario a su lado había terminado. Cuando recuperé el resuello y la contemplé tan tranquila y sonriente como siempre, liándose uno de sus cigarrillos y vestida con sus ropas de danzarina del vientre, le espeto cómo diablos ha sido capaz de aquella hazaña (y de rescatarme dejando en tal mal lugar mi virilidad, pienso) y me contesta como distraida :"-ah,¿No te había contado ya que doy clases de Muay Tai y Full Contact?, creía que sí, ..¡¡ Se me dan muy bien !! aunque el contact es muy como de los 90 ya..."
Vaya si se le daba bien, caray. Si me lo había dicho no debía prestarle mucha atención, debía estar distraído con su escote o algo así.
Añadió: "-Mañana tengo clase en el gimnasio, ya estarás menos dolorido de los golpes ¿Te vienes conmigo y te apuntas?"
"-Eh, ay, esto, Claro, ¿Por que no?" respondí con cara de bobo asfixiado...y ya, había vuelto a hacerlo, otra vez, de nuevo, a mi edad...


miércoles, 1 de junio de 2011

LO QUE OCURRE EN FERIA, SE QUEDA EN LA FERIA!

PEDETE LÚCIDO:



Aun presa de la fermentación de la cebada describo balbuceante cómo esta noche fui partícipe y testigo de esa maravilla extraña y femenina que aun se me escapa pero que me besó lo justo para sentir una canción que susurrante me tararea al oído que en el fondo aun queda algo, algo digno de salvar, algo ajeno a aquel beso, pero que un mismo beso pudo desatar. Su comportamiento es hermoso, libre, poderoso y por ello vulnerable, La voluntad viril siempre se basará en dominar inútilmente de alguna manera su libre albedrío, ardiente como una llama efímera pero tremendamente luminosa. Cuando prende su canción, me habla de amor sincero y ajeno, durante este momento en el tiempo me siento incapaz de ir más allá de este beso, incluso cuando la noche me lo ofrece. Pero es que ahora sé que en el fondo aun queda algo, y no consigo ser quien me gustaría aun cuando sé quien no soy, al menos por un instante de confusa lucidez.
Esta noche excesiva que me sorprende y abruma me comporto como un trasnochado caballero, ahuyentador momentáneo tal vez, convencido de que en aquellos brazos hoy ausentes encuentres las sonrisas que me justifiquen. en cuanto a mi, en mi soledad escucho una melodía que dice que en el fondo aun queda algo.
Mis disculpas, creo que sigo borracho.









TEMIBLE MIRANDA, DULCE VICTORIA

TEMIBLE MIRANDA, DULCE VICTORIA

Miranda y Victoria sueñan en paralelo
Miranda con un traje rojo de noche
Victoria trabaja en un banco

Miranda suelta su larga melena morena
Victoria lleva el pelo corto

Miranda baila en una discoteca y hace muecas cuando posa para las fotos de sus amigos
Miranda es un destello nocturno de cinco minutos hace un millón de años
cuando a veces pensé en las palabras encadenadas que no dije nunca
Es la amiga de una amiga de una amiga...
Victoria me pareció otra, la Miranda de un universo alterno
Victoria tiene novio, el amigo de un amigo de un amigo...

Miranda es valiente. Victoria es Miranda.
Miranda eclosionó de un crisálida para ser Victoria.
Como María Tifoidea, son una excepto cuando se miran en el espejo.
Miranda es hoy Victoria. Victoria Miranda.