“Quiero establecer un nuevo orden mundial del crimen, con su propia capital.” Brunno Manheinm, núm.25 de 52.
Leo cómics. Desde siempre. Lo dejé cuando la adolescencia se impuso, y apenas superada tardíamente, volví. Entonces llegó un nuevo siglo, el tercer milenio. La era de los prodigios. Lo que parecía exclusivo de los tebeos y de Hollywood se impuso a la realidad. Una organización semejante a Hydra (“córtale la cabeza y dos mas surgirán en su lugar“, reza el lema de algunas de las células que combate a menudo el Capitán América) cometió el mayor y más espectacular atentado terrorista de la historia en Nueva York, acompañado de otros objetivos igual de característicos en suelo norteamericano. Con el tiempo, una gran conspiración para llevar el mundo a la guerra se hizo patente.
Después llegó la crisis (¡Crisis! ¿cuantos cómics de superhéroes se titulan así, amigos aficionados? perdí la cuenta!), que inicialmente pareció ser algo cíclico y accidental, casi inevitable, para desvelarse después como la ejecución metódica de un plan cuidadosamente trazado durante años que ha llevado la civilización al abismo, con consecuencias nefastas globales que aun van a extenderse mucho más. Un plan maestro que por cierto parece no haber concluido aún.
En estos tiempos, al igual que en los de la segunda guerra mundial, los villanos de opereta que se retuercen el bigote mientras ríen malvadamente son curiosamente una amenaza real y despiadada.
Como respuesta, entre otras muchas, un símbolo de rebelión ciudadana y libertad destaca poderosamente contra una opresión que empezó tímida pero va tomando una actitud atroz. Ese símbolo es la máscara de Guy Fawkes popularizada en el cine y mucho antes por el cómic V DE VENDETTA. Un héroe de cómic que parece ahora casi tan real como proscrito, y potencialmente desvirtuable.
Llamadme friki y loco, pero si alguien se calza unas mallas y sale ahí fuera a combatir el crimen no puedo reprochárselo en este momento que parece tan inesperadamente adecuado.
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