domingo, 11 de diciembre de 2011

LA HORA DEL LOBO

La puerta metálica se abrió con un chirrido, iluminando el cuartucho a oscuras donde un hombre sentado cerraba los ojos molesto, deslumbrado por la luz del exterior. La mujer, de unos treinta y tantos, entró, sin cerrar tras de sí para ver a su prisionero. Estaba acomodado, más o menos, sentado en una silla tras una mesa. No había nada más allí, salvo cuatro sucias paredes a menos de dos metros una de otra.
Ella traía otra silla consigo, y se sentó al otro extremo del habitáculo, de espaldas a la entrada abierta. No fumaba, él se fijaba en ello. Le llamó la atención porque siempre la recordaba con un Lucky Strike en los labios.
El tipo se tocó la cara, un tanto amoratada y dolorida aún, y esperó que ella hablara.

"- Es curioso que sea yo ahora tu carcelera, ¿verdad?, de ti, que fuiste el mío tanto tiempo. Y aún más increíble me parece que haya conseguido serlo solo con la intención de soltarte. A ti, precisamente.
Sí, no me mires así. Voy a liberarte...Qué mierda, cómo necesito un pitillo. ¿Te acuerdas cuantas veces te dije cuando dejaría de fumar cada vez que tu me lo pedías? Pues sí, ese momento ha llegado. Estoy embarazada. Y al final ha sido de otro hombre, ¿lo ves? uno mejor que tú.
No quiero que mi hijo nazca y crezca en el mundo tal como está.
Lo pensé mucho, ¿sabes?..te odio con todo el alma, pero te conozco.
No se si la mierda que me hiciste aún me afecta, seguro que sí, pero tal vez te debería estar un poquito agradecida, porque creo que sin toda la mierda que tragué contigo no habría podido sobrevivir a lo que llegó después. La chica feliz e ingenua que yo era antes de conocerte, esa niña no habría aguantado la que nos ha caído del cielo luego. Esta puta desgracia tiene que acabar.
Lo que más me jode es que todas las sandeces que ha veces soltabas sobre estar preparado para lo inesperado al final han resultado ser ciertas.
Tus gilipolleces de friki ahora son útiles. Piensas como hay que hacerlo en estas circunstancias. No para salir adelante, para eso ya tenemos a los auténticos héroes, y a los profesionales, los médicos, soldados, a todos esos. Tu ves el resto, más de aguantar un día más, y nunca te ha importado vivir porque ya estas casi muerto por dentro.
Voy a soltarte. Y no tiene nada que ver con nosotros. No quiero al chaval de ojos dulces que me engañó, ni al atormentado idiota que me pedía perdón tan patéticamente. No quiero al falso y ridículo metepatas, no hay lugar ya para eso. No quiero al cabrón que hizo de mi vida un infierno. De esos ya quedan aun demasiados. No, no me interesas tú. Busco al otro. Detrás de tu cobardía infinita solo hay más vacío, más oscuridad. Ahí está. El fuego que veía en tus ojos desde el principio, solo a veces empañado por tu dulzura infantil de seductor patoso y luego por tus engorrosas lágrimas.
Aún me cabreo sólo de recordarlo y me das asco.
Pero ahora quiero que salgas ahí fuera y saques ese fuego. Libera tus jodidas tinieblas, quémalos a todos y lleva a cabo el genocidio que espero de ti. Sé que tienes la capacidad necesaria. No creo que haya habido nunca un momento tan propicio para ello como ahora. A nadie le parecería más favorable.
Cuando el mundo era normal no había sitio para ti. Ahora quiero que lo purgues y si es posible te mueras en el proceso. Porque si lo conseguimos y haces tu parte ya no te necesitaremos más ni habrá sitio para ti.
Te olvidaremos y no le contaremos a nuestros hijos lo importante que fuiste, si tienes los huevos de llegar a serlo de verdad.
Tú eres así, lo sabes, me lo dijiste muchas veces. Hazlo. No vas a volver a mi vida, pero hazlo. Llévanos hasta ahí. Y si no lo consigues y caes antes, tampoco habremos perdido tanto.
Es tu momento, tu hora, la hora del lobo."

jueves, 1 de diciembre de 2011

BERLIN I

EL DIA: CIELO ROTO SOBRE BERLIN
Partimos de nuestra aldea. Un pueblo lejano y solo, callado, tutelado por un arcángel. Las madres plañideras lo nombran en sus hijos. Los sacerdotes lo invocan, los futbolistas se encomiendan a él. Los toreros visten sus estampas. Los conductores chocan con sus triunfos de piedra antes de rodar hacia las cunetas. Monumentos beatos anclados en las innumerables rotondas de la ciudad templo. Milenaria y derrumbándose, la dejamos atrás.

Y subimos por encima de las nubes, para ver el cielo sobre Berlín desde arriba al descender. Apenas ojeo la novela de Anne Rice que me acompaña desde el aeropuerto mientras los ronquidos de un obeso germano amenizan nuestras turbulencias. Se titula La Hora Del Ángel. Y un ángel dorado corona el techo nuboso de la ciudad. Un hombre de negro observa a la gente encaramado a su ala. Han visto otros como él en California, en Los Ángeles, pero no molestan a nadie.

Cerca, en Brandenburgo, Clowns uniformados de soviets, troopers de Star Wars y zombis nazis se fotografían con turistas mientras el espectro del Führer los observa derrotado desde su búnker en el cercano museo de cera. Acaso veo sus ojos solo un instante. Se parece a un borroso y envejecido Bruno Ganz en EL HUNDIMIENTO.

En el campo de Oraniemburgo, uno de esos ángeles de negro excava la tierra helada. Otro se lamenta sereno en la fosa de fusilamientos. Es como un joven Bruno Ganz en blanco y negro.
Hay máscaras de gas fabricadas a mano por cadáveres en el campo, y otras nuevas, más lustrosas aunque semejantes en un escaparate del barrio sado. A la zona latina de los chaperos la conocen por La Mala Pena. El detective hermafrodita Ambigú lo recorre embutido en cuero sudado y acero manchado de sangre. Allí vivió Ziggy Stardust, el héroe cósmico-glam. Allí estaba la base contracultural, en la ciudad dividida de la nación sometida.

-"Soy de CheckPoint Charlie", nos dice un casi anciano exagente de inteligencia de la R.D.A. "-Mi hogar ya no existe, soy un fronterizo, un Tex-Mex Soviet, me llamaba mi viejo colega y adversario, el amigo americano". El sabio y obsoleto policía político fuma sus cigarros baratos y se queda pensativo sentado en el parque frente al monumento a Karl Marx, observando al vendedor turco que ofrece imitaciones de uniformes militares comunistas. El rostro del antiguo Berlín es el de un cansado Bruno Ganz.


PROXIMAMENTE: BERLIN II, LA NOCHE: DAS GESTIRN