martes, 6 de septiembre de 2011

TODO EN UN DIA, VACACIONES EN EL VIAL


El cielo. Había un cielo azul de esos que te obligan a salir de casa y pasar el día fuera. Disfrutaba del paseo matinal al trabajo cuando una luminosa sonrisa conocida me saludó bajo dos ojazos verdes, sentada en la terraza de una cafetería. No pude evitar quedarme a su lado cuando me invitó a hacerlo aún sabiendo que llegaría tarde a mi destino. Más tarde el desayuno desapareció y dejó lugar a las cervezas y las tapas, entre risas, palabras y miradas (hipnóticas por su parte, posiblemente estrávicas por la mía). Definitivamente dí el empleo por perdido cuando nos fuimos a pasear al parque, donde los bancos se nos antojaban diminutos para nuestros deseos.. al atardecer competimos en la mugrienta barra de un antro a agotar en pocos tragos las cinco cervezas aguadas que nos sirvieron a cada uno por un par de euros, y lo hicimos con divertida ansia torpe ante la mirada circunspecta de un anciano que olía su medio de vino rancio sin tocarlo. Nos quedamos con la última cerveza en la mano cuando vimos a ese mismo señor dejar su copa y levantarse del taburete para bailar la lambada muy agarrao a una morenaza a la que sacaba unos cuarenta años. Sólo cuando huimos de aquella escena al exterior entre risas nos dimos cuenta de que habíamos rodeado la vía soterrada y estábamos en la antigua zona aislada del centro de la ciudad, allí donde se decía que el barrio de la antigua Cordura se había relacionado entre sí endogámicamente durante décadas y sus gentes habían desarrollado apreciables taras físicas y mentales (evidentes sobretodo para nosotros, del otro lado del río), además de un dialecto propio terriblemente limitado, con querencia y profusión por emplear el "Nah" y el "Vayá!!" en cualquier expresión y circunstancia, independientemente de lo absurdo e inapropiado que resulte.
Pero aquellos ojos no querían que los acompañase a casa todavía para despedirnos, aquellos labios seguían estando cada vez más y más cerca, aquel flequillo me parecía que debía ser el más suave y su nuca la más esbelta y femenina,..así que nos arriesgamos a que la tarde que se acercaba terminase como la matanza caníbal de los garrulos lisérgicos en aquel barrio inhóspito del centro olvidado y nos aventuramos a un torreón medieval mal conservado, que se nos apareció en el suburbio, reconvertido en unos billares disco pub, desierto a esas horas salvo por un camarero autómata que dejó una solitaria partida de futbolín (ejem) para servirnos dos jarras sucias de sangre templaria (mientras meneaba la cabeza susurrando para sí entre dientes "Nah, nah.."), mejunge tan dulzón que debió extraerse de un caballero diabético con el hígado destrozado. Pero en la penumbra del lugar las copas quedaron casi intactas cuando después del primer trago nos dedicamos a comernos el azúcar saturado de los labios del otro, frotándonos sobre un sofá de sky blanco mientras en la tele Michael Jackson enseñaba a un crío a hacer el moonwalk y el camarero robótico gañán encendía unas velas en nuestra mesa. Se ve que en el fondo era un romántico. Cuando perdimos el control sobre nuestras manos se nos ocurrió hacer precipitadamente lo que el aldeano probablemente pensaba desde hace rato mientras tal vez se tocaba tras la barra de los cocktails, "- Nah, irse a un hotel, Vayá!!".
No dejamos de reirnos mientras recorríamos los pasillos del almacén de unos chinos buscando bikinis y bañadores con los que zambullirnos en la piscina de la azotea del hotel que encontramos. Eran todos de niño, así que ella eligió un sostén de los 101 Dálmatas y unas braguitas a juego imaginario de Dora La Exploradora, y yo unos calzones paqueteros de Bob Esponja, pensando en que clase de pervertido hace estos diseños de ropa íntima.
Salimos disparados, pillamos unos bocatas y refrescos y nos registramos de esa guisa en el hotel, bajo nuestras gafas de sol para minimizar inútilmente el corte, inventando un acento extranjero indeterminado para pasar por foráneos, futilmente ya que nos pidieron los carnets para acreditarnos en el complejo de cuatro estrellas, mientras nos miraban de soslayo murmurándose “-Nah, Sí o qué, Vayá”...la franquicia hostelera empleaba en recepción a aborígenes del lugar.
Desde el jacuzzi de la terraza mirábamos relajados la línea que unía el horizonte con la superficie de la piscina. Estábamos en otro lugar, en pleno corazón de la ciudad, tomando el sol sobre la gran avenida que enterró al ferrocarril y abrazó los parques y los barrios, como aquel surgido del pueblo de los malditos.
Cogidos de la mano en las tumbonas bajo las sombrillas, ella preciosa con su conjunto y su tono de piel y yo con migas del bocata de atún sobre el pecho, preguntándome que misterios se esconden detrás de esa mirada inolvidable, y decidido a descubrirlos. A nuestros pies teníamos el mundo para nosotros, y en la habitación, nos esperaba el cielo.



CONTINUARÁ...Tal vez..

TODO EN UN DIA, La peli que todos quisimos vivir de adolescentes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

genial, mano!! me ha prioducido un sentimiento de nostalgia del futuro, más que del pasado!!

Ultimate dijo...

Nah, Gracias cuate, vayá! ;)

Anónimo dijo...

¿Y quién abrió Crash ese día?