lunes, 29 de septiembre de 2008

MOMENTOS CON CRISTINA

En estas Historias Sin Importancia (repasad entradas anteriores recientes para leerlas) quizás me reprocharéis un tono infantiloide y pedanteromanticón excesivo con una filosofía simplona y victimista del tipo "no ligo ". Pero no sé contar un hecho de esta naturaleza si no contiene cierta melancolía.
"Me enrollé con dos chicas al mismo tiempo, las conocí aquella noche en una verbena". Contar eso parece primero una fantasmada o fanfarronada (lo es) y tienes que subrayar la parte cómica del relato o no hay nada que decir. Las experiencias (incluso las mínimas y cotidianas que cuento) truncadas son interesantes y nos definen. Sin marear más la perdiz paso a lo siguiente:

Momentos con Cristina

No puedo narrar el tiempo que compartí con Cristina de forma lineal, como las anteriores breves historias, porque fué un periodo más prolongado, de unos cuatro meses que pasaron desde que aterrizé en un céntrico polígono para trabajar hasta que ella dejó el trabajo de camarera (más bien el trabajo la dejo a ella, y felizmente volvió a los estudios) en el bar que frecuenté. En ese tiempo recuerdo su bicicleta con un cartelito de smile como matrícula, su bolsita de tabaco para enrollar, su ropa hippie, su pasión por la música de fusión, por el barrio antiguo donde compartía entonces piso y por todo lo que resultase reggae o un poco hippie.
Recuerdo las copas gratis, la cena que compartía conmigo, una surrealista noche en la habitación-estudio de un pintor, la extraña carnalidad de masajearle fuertemente la espalda desnuda en la cocina del bar, sensación que debió transmitirse a la atestada barra al otro lado de la pared en esa noche de lluvia que trajo instantes después una sonora pelea entre borrachos y parroquianos.
Recuerdo sus lágrimas cuando se le confirmó un problema de salud que la limitaba, y recuerdo sus ambiciones y esperanzas.
Recuerdo la noche que se despidió del polígono y de mí (aunque volví a verla en contadas ocasiones, hasta su marcha de la ciudad), cuando mi primo, sorprendido al ver nuestro abrazo me dijo: "¡Ey, primo, menudo bombón!".
Recuerdo que siempre fue ella misma, siempre marcó la linea y siempre fue a su aire, a su propio y libre ritmo. Ahora, En la gran ciudad, estoy seguro de que sigue siendo así.

1 comentario:

Juan Eme dijo...

PRECIOSO, MIRMANO, PRECIOSO.