PARTE I. PRÓLOGO.
Cementerio de Sevilla, 00:00 h. 1 de noviembre de 1.645.
"- Inés.."
España Arde. España Sangra.
La luna llena ilumina las lápidas y panteones, que junto a la parroquia local de estatuas proyectan sombras unas sobre otras, y parecen dotarlas de movimiento. De entre la negrura de una pequeña cripta, una figura masculina asciende silenciosa por sus peldaños.
"- Inés.." Apenas pronuncia las sílabas, las respira. Como un estertor inverso de regreso a la vida. No ha visto la noche en cien años, ni sentido el aire en su garganta, sus pulmones, su rostro. Sin embargo, no es consciente del paso de todo ese tiempo. Contempla la luna, el cielo estrellado con algunas nubes, y su propio aliento en forma de vaho que se derrama en la fría noche. Mira a su alrededor y algunas estatuas parecen volverse a mirarle. Las mismas estatuas.., ¿le reconocen?.
Sólo cuando inspira profundamente nota el frío también en el resto de su piel, para darse cuenta de que está desnudo y cubierto de una sangre espesa a medio secar. Como un recién nacido. Momentáneamente desorientado. Alza las manos rojas y pegajosas ante sí, flexiona los dedos, aspira, con dificultad al principio, se detiene.. y se lanza a una carrera repentina y veloz a través de un bosque de cruces de mármol, piedra y madera, sobre un lago de losas con nombre propio, dejando sanguinolentas huellas en su superficie. Mientras corre con frenética respiración, recuerda. Quiere salir de allí. Huir, comenzar. En este lugar murió. Aquí los mismos muertos se alzaron para arrastrarle al infierno.
Un alguacil hace su ronda paseando delante de la puerta principal del camposanto. La mala fortuna hace que sea la primera presa del vampiro. Todo para proveerle de ropas y algo de sangre y vino. Después de eso, se pierde en la noche de Sevilla.
PARTE II. PUNCH DRUNK LOVE.
Sevilla, 1 Noviembre de 2.011. Anochece.
Mi amor antes era distinto...
Como a Adam Sadler en Punch Drunk Love, ahora mi amor
me hace sentir poderoso, imparable, capaz de lo imposible.
En ocasiones también vulnerable.
Preocupado. Como Jack Nicholson, siempre referente, en Cuando Menos Te Lo Esperas, cuando estamos separados, a veces estoy tan preocupado por ella sin razón que apenas pienso en otra cosa.
¿Qué es el amor sino un salto de fe?
En esos pensamientos andaba cuando me percaté en la presencia de aquel tipo en la barra del bar irlandés donde estábamos. Yo estaba sentado en una butaca de madera apoyada en la pared de un rincón. Le veía bien, fumando donde a nadie se le permitía, sin que aparentemente el personal del pub se percatara, aunque olía el tabaco desde mi posición, a varios metros. No sé bien como terminé escuchando su historia. Yo estaba allí esperando a mi chica, pero acabé hasta el cierre del local charlando con aquel tipo que tanto creía saber del amor, la pérdida, la vida y la muerte cuando, absorto ya en sus palabras, sentí una vibración en el bolsillo. Era ella, avisándome que no acudiría hasta tarde por una entrevista de trabajo que le habían cambiado de hora repentinamente y al otro lado de la ciudad.
El caso que un rato antes me había levantado de mi asiento para pedirle a aquel señor de unos cuarenta y algo, moreno y con un aire entre Antonio Banderas y el capitán Alatriste, tupido bigotazo incluido, que saliera fuera a la terraza si pensaba seguir fumando. Y no se de que manera terminó contándome una inverosímil historia, la suya según él.
-"...Yo ya era un hombre aislado del mundo, del resto, hace mucho, incluso antes de mi desaparición. No sé donde corté los lazos con mi humanidad. Posiblemente en el frente. En Flandes. Allí escuché algunos cuentos sobre un señor medieval al que llamaban Empalador, un campeón de la cristiandad cuya soberbia contra dios le maldijo.
Años después le busqué, cuando ya era como él, un paria. También conocí a otro, de nombre Edmundo Dantés. Este no fue maldito por el cabrón de nuestro señor por amar a una mujer lo suficiente como para desafiarle como Vlad y yo hicimos, simplemente tuvo mala suerte. Un complot por política y las faldas de su novia catalana lo llevaron a prisión en una isla. Allí trató de escapar y el viejo loco de la celda contigua, un antiguo fraile igualmente proscrito le mordió. El chico murió aparentemente, y lanzaron su cuerpo al mar como solía hacerse, pero volvió. Hizo fortuna luego y llegó a conde, pero esa es otra historia. Menuda panda de muertos enamorados. Al menos su mujer seguía viva aún entonces, no sé que es peor.
Mi Inés...mi Inés fue mi salvación y mi victima, nunca me lo perdonaré. La amé, la amo aún tanto como mi muerto corazón me permite, podrido en mi pecho, pero conocerme fue lo peor que pudo pasarle. Me tome el conquistarla como una apuesta de taberna, y para cuando conmovió mi extinta alma yo ya la había infectado con la fatalidad de mi existencia. Y eso que sólo era un hombre entonces, no hace falta más que un desafortunado cabrón para matar tan hermosa y pura flor. Mierda, después de tantos años cuando me enrollo vuelvo a hablar como hacia antaño, con pomposa teatralidad. El caso, mi tragedia imperdonable es que ella murió por mi culpa. Punto. Mi rabia me llevó luego a rebelarme contra el mismo creador de cuanto hay y ese cerdo no es un señor bondadoso. No hay diablo, no te engañes, ni mas allá. No hay mas vida que esta, y los únicos que volvemos somos los desgraciados que osamos insultarle lo bastante alto como para que nos oiga, malditos y errantes para siempre..." Hizo una pausa, bebiendo de nuevo de su jarra de cerveza un trago largo.
"-Inés..."-Prosiguió,.."-Por lo que sé, soy el único que ha visto algo del otro lado. Tras caer, no desperté en pocas horas como los otros. Pasé largo tiempo en una tierra oscura poblada de demonios y arrastrados a aquel averno como yo. Allí no van más condenados que los que sus cojones mandan y sus monstruos atrapan, como me ocurrió. Los muertos del cementerio se alzaron aquella noche de difuntos para llevarme, herido como ya estaba, aunque fuera a pedazos. Pero sobreviví, por así decirlo. No solo eso, llegué a comandar hordas de bestias como ya hice antes. No era tan distinto de Flandes, ambos eran el infierno. En ambos dejé atrás quien era antes, esos lugares te lo arrancaban de dentro.
Lo curioso es como volvió a mi todo lo que ya conocí en el frente del norte. Las historias del Empalador resultaron ser ciertas, aquellos pocos muertos medio podridos que se levantaron de las fosas comunes para atacarnos en una ocasión y sobre los que también escuchamos rumores los excasos supervivientes de lejanos frentes no eran mutilados afectados por la peste, o al menos la muerte negra que asolaba el continente era una plaga divina distinta de lo que esperábamos.
Pero tras mi muerte, el mismo hades terminó escupiéndome de vuelta. He tardado mucho en comprender porqué, en este largo vagabundeo que acabó siendo un peregrinaje de regreso a mi ciudad: Una nueva plaga de muertos moradores va a alzarse, al final de esta misma noche..los medios y la búsqueda que me ha llevado a tal conocimiento no vienen al caso. He bebido la suficiente sangre en estos muchos años como para ser una gorda sanguijuela, pero hoy necesitaba emborracharme como antes para enfrentarme a la legión que ha de levantarse ya. Mi voluntad contra la suya, de nuevo. Y mi último aliento será por Inés, mi niña.
Nunca me perdonaré caminar tanto tiempo por esta tierra cuando ella hace tanto que desapareció. Cuando me alimento su recuerdo vuelve, vívido e intenso. En tanto pasar las estaciones como suspiros me torturó el temor a olvidar su rostro. Y ahora, por fin, este cadáver impotente que fue el mayor y más depravado conquistador de mujeres, que sólo les da ya placer cuando muerde sus cuellos esbeltos y suaves, sus pechos hermosos, apurando su sangre hasta que casi desfallecen en sus manos, pero sin matarlas. Alguna vez, sobretodo al principio, estuve a punto de hacerlo, pero no soporto la idea de una mujer muerta en mis brazos, por mi aliento. Ellas que son todo vida, ella que era la mía..
Cuando casi las consumo, comparto en nuestro carnal frenesí el recuerdo de mi pasión, se transfieren como su sangre a mi garganta. No soy pues el único que la recuerda, finalmente..."
Dejó su sexta jarra vacía en la mesa con estruendo mientras los camareros recogían las mesas del local, ya casi vacío y medio a oscuras.
Me dí cuenta de la hora y de que no tenía noticias de mi novia. Comencé a preocuparme, turbado por el relato desordenado de aquel personaje de ficción. El tipo, ya visiblemente achispado, me miró fijamente, se atusó el bigote y cogió una bolsa negra de viaje que tenía a los pies para echársela sobre el hombro izquierdo, contrastando con el elegante aunque informal y sufrido traje oscuro que vestía, y exclamó: "¡¡ Muchacho, hoy salvaremos a tu Inés, a cuantos podamos, y si hay suerte, pereceré en el intento, vamos, mi caballo...coche aguarda!! ¡¡Háblame de ella mientras el alba nos recibe con sangre y muerte en su busca!!"..... Y, pardiez, le seguí.