III
- "VRIL UMENE DEX"..Cuando escuchó por teléfono estas palabras directamente de la grabación que encontramos, el Lince, José Barón, nuestro amigo, se convenció por fin de volver a la ciudad desde Barcelona para llegar los tres juntos al fondo del asunto. Ya antes de colgar, nos dijo lo mismo que nosotros dos expresamos un rato antes al unísono tras escuchar la misma voz neutra y extraña: "-El fantasma de la 4ª planta".
Lo había olvidado por completo, porque parecía hace un siglo cuando nos aventuramos con los demás a las plantas superiores del colegio, por aquel entonces en desuso, que nos parecían gigantescas alas vacías que daban pie a infinitos rumores de ruidos inquietantes que resonaban sobre nuestras aulas. Lo cierto es que nada aterrador nos encontró allí arriba, salvo el viento por alguna ventana abierta que hacía que una puerta se moviera más de la cuenta, hasta que entramos en un laboratorio casi a oscuras, de cuyos cuantiosos grifos secos parecían brotar chirridos como gemidos. Aguantamos la impresión hasta que escuchamos desde una pared a nuestra espalda esas palabras con total nitidez, la misma voz asexuada, a lo que reaccionamos con gritos y una carrera descontrolada que no cesó hasta llegar al patio, cuatro plantas y media más abajo.
Así que ahora teníamos que volver al cole a buscar al fantasma de la 4ª planta. Cuando recogimos al Lince en la estación de tren el día siguiente, nos dirigimos allí casi directamente tras ponernos brevemente al día desayunando en una cafetería de camino. Habíamos quedado también con Carlos del Manzano, antiguo compañero del cole que ahora ejerce allí como profesor para que nos facilitara la entrada durante el recreo, sin desvelarle nuestros motivos reales.
Pero resulta que el fantasma de la 4ª planta lo tiene ahora algo complicado, porque las 4ª y 5ª plantas del colegio ya no están en desuso, sino repletas de alumnos. Todo el edificio lo está. ¿Dónde encontrar entonces al "espectro" que nunca vimos? Mientras José el Lince y David El de las Patás hablaban sobre ello en el patio, rodeados de chiquillos, se me ocurrió que los niños podrían saberlo si la leyenda urbana escolar había sobrevivido hasta hoy. Fui preguntando con poca convicción a unos y otros, ante la extrañeza de los muchachos a los que nada de aquello les sonaba, hasta que lo hice a un par de niños de unos 6 años que jugaban sentados juntos en el suelo, y me indicaron un lugar con decisión: la caldera.
La caldera alimentada de carbón que suministraba calefacción a toda la escuela en los años 80 Sí estaba ahora abandonada, aunque intacta. Era un sótano comunicado con uno de los patios del colegio (el que usan los párvulos) por unas escaleras metálicas, y no sólo con todas las habitaciones del edificio a través de conductos para el aire caliente, sino también con el bloque de viviendas continuo que los curas del colegio alquilaban a algunos padres de alumnos, y con una tubería de tamaño considerable que venía al parecer desde la zona donde estuvo el cuartel, bajo el muro. Quizás por allí pudo venir algo desde la mansión del contacto, especulamos, o al menos pudo transportar ecos de cuando reprodujeron las grabaciones o algo semejante. No estábamos seguros de nada, pero está claro que aquí pasó algo.
Cuando salimos del colegio, José el Lince nos confesó de sopetón que había sentido terrores nocturnos desde el episodio de la obra teatral, aunque menos frecuentes con los años. Por su parte, David el de las Patás admitió entonces que él ha sido siempre sonámbulo a partir de entonces, más o menos. Recordé que ciertamente estuvo brevemente sonámbulo durante las noches de hotel y acampadas que compartimos en nuestros viajes posteriores, ya siendo casi adolescentes, pero no le atribuimos entonces mayor importancia y sí bastante pitorreo. También yo tuve algún episodio semejante, pero apenas se repitió antes de cumplir los quince años.
El caso es que lo que fuera que entró en este mundo aquella noche podría estar aún aquí, y si no estaba físicamente en la caldera de la escuela lo mejor sería buscar dónde. Tras no poca investigación, nos hicimos con unos planos que describían aproximadamente como se supone que eran (y deben seguir siendo) la red de tuberías y alcantarillado que hay bajo el colegio y el ahora parque de Trafalgar, incluida la mansión. Hay un punto de comunión entre todos esos lugares bajo el propio parque, a una profundidad considerable. Una abertura marcada como "silo" en el mapa que parece lo bastante atípico como para echarle un vistazo. Y esta vez Sí habrá que colarse.
VOLVERÉIS, de Jonás Trueba
Hace 1 mes
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